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"Luego de dos siglos de paz, la sombra de una amenaza antigua vuelve a acechar a los Reinos Hermanos. En Ormuz, el Reino de los Hombres, un viejo mago recibe una inusual advertencia; en Alvaheim, el Bosque de los Elfos, extraños sucesos, demasiados para ser simples coincidencias, parecen corroborar los temores del anciano. En el norte desconocido, una fortaleza se levanta en secreto, y un antiguo símbolo de odio se enarbola desde lo alto de sus atalayas, levantadas con hierro, piedra y huesos. Hombres, Elfos, Enanos y Centauros deberán mantener vivas las Alianzas, que hermanan a sus naciones, para enfrentar la amenaza que se cierne desde el norte. La esperanza radica en la sabiduría recopilada en un antiguo libro desconocido y en los poderes de una extraña criatura de leyenda: el Jaguar Dorado. ¿Dónde se oculta esta criatura? ¿Cuál es su auténtica naturaleza? Un joven aprendiz de la Corte de Magos de Ormuz, puede ser la clave para desvelar este misterio místico, que marcará para siempre el futuro de cada pueblo y estirpe a lo largo y ancho de la Tierra de las Cordilleras..."

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jueves, 27 de mayo de 2021

¡RESISTE COLOMBIA!

“Después del toque de queda no hay derechos humanos”. Con tan nefasta frase, integrantes de la Policía Nacional de Colombia, amenazaron a Defensores de Derechos Humanos la noche del pasado 26 de Mayo de 2021, en la ciudad de San Juan de Pasto (https://www.youtube.com/watch?v=ZS-eE9qQEes). Hoy, a un mes de iniciarse el Paro Nacional, veo con tristeza que la actitud del gobierno del petimetre Duque, puede verse claramente reflejada en aquella criminal amenaza. En aquella frase se percibe la indolencia de una clase dirigente que, tal y como lo representa el caricaturista Matador en una de sus más recientes ilustraciones, se recuesta en su diván a tocar la guitarra, mientras a su alrededor Colombia arde.

(https://www.facebook.com/photo?fbid=329775325175296&set=pb.100044284936801.-2207520000..)

De aquella amenaza emana el odio con que, al parecer, son entrenados los integrantes de las fuerzas armadas en el país, un odio que da cuenta de un claro lavado de cerebro y del maltrato de integridades, ideas y conciencias que, al final, termina por trastornar a sus integrantes, que no tienen otra forma de liberar sus frustraciones más que a punta de garrote e insulto contra el pueblo que lucha por justa causa. En la vil amonestación se vislumbra el manto de complicidad con el que unos y otros se cubren y que tratan de mantener a toda costa sobre ellos, ya que solo de esa manera pueden continuar contando con el beneficio de actuar impunemente, tanto desde las altas esferas del gobierno, como en la calle a oscuras, antes y después del toque de queda; todos ellos saben que, si ese manto de impunidad llega a levantarse ligeramente por cualquier extremo, todos ellos quedarán descubiertos y no habrá excusa que valga. De ahí el interés por mantener ese manto cubriendo a Colombia, aún si eso implica cometer crímenes peores a una amenaza; a fin de cuentas, para eso está el manto, para cubrir y disimular los excesos.

El mundo tiene los ojos puestos sobre Colombia y los colombianos, como nunca antes, se han apropiado de la lucha popular en pro de sus derechos, en contra del hambre y la falta de oportunidades. La historia de Colombia es la historia de las arbitrariedades, de los tratos injustos, de la barbarie desatada y la guerra sin cuartel; de las bandas que viven de la matanza y la rapiña; de los pueblos sin opciones, de las generaciones trágicas que, al carecer de oportunidades, se ven obligados a levantar la voz y a gritar hasta desgarrarse las gargantas, aun a sabiendas de que no serán escuchados. La historia de Colombia es la de la “gente de bien”, de los religiosos ultraconservadores y los nuevos cultos carismáticos en pro del lucro y el diezmo; de los santos que pagaban indulgencias por liberales muertos, de sacerdotes que se reúnen en fuentes de soda con paramilitares y hermanos de ex-presidentes/ex-presidiarios, para planificar masacres; de bárbaros que se sienten remotamente “humanos”, por mandar a bendecir las balas de sus armas y las motos en las que salen a comerciar con la muerte, o por rezarle a la Virgen María y al Corazón de Jesús, antes de ingresar a un pueblo “comunista” para acabar con supuestos “guerrilleros” cuando, en realidad, en ese pueblito mancillado tan solo habitaban simples campesinos humildes que trataban de sobrevivir, con las uñas, a los tratados de libre comercio.

(https://www.facebook.com/photo?fbid=881690562379230&set=a.106794759868818)

Colombia es “La Tierra del Olvido” y no lo digo por la canción de Carlos Vives, quien, por cierto, hizo honor al tema en cuestión, al dejar en el olvido al pueblo que lo idolatra; lo digo por el profundo olvido al que parecen estar condenados la mayoría de sus habitantes, pues la clase gobernante “de bien”, se ha pasado más de doscientos años gobernando desde Bogotá, como si la realidad del país pudiera verse y palparse a control remoto. Y es ese olvido, ese abandono estatal el que mantiene a regiones fértiles y hermosas sumidas en la más profunda pobreza, apartadas unas de otras y desamparadas ante las acechanzas del crimen disfrazado de libre empresa. Por eso en Colombia prosperan tantos “emprendimientos de gente de bien”, como aquel que en su tiempo fomentó la Casa Arana, o el que montó Pablo Escobar y que ahora parece ser el intento naranja de embajadores y actrices que, además, tienen el descaro de deslegitimar el paro nacional, afirmando que más vale producir; a fin de cuentas, para ellos sí valen los derechos humanos, para justificar como “tragedias familiares” y “abuso de confianza”, sus claros nexos con el narcotráfico.

El gobierno colombiano mira la paja en el ojo ajeno, pero se niega a ver los ojos que tantos jóvenes han perdido por acción de una policía intocable. Colombia es el país donde han acampado el engaño y el desengaño, pues incluso quienes se levantaron en armas, supuestamente en favor de los pobres, pronto demostraron que más les importaba el dinero ilícito, que cualquier ideología o forma de pensamiento que, de tanto desgastar, convirtieron en vil demagogia pues, como afirma el grupo de Música Latinoamericana “Illapu”: “Dulce patria de tus defensores, quién te salvará de tus salvadores…” (https://www.youtube.com/watch?v=rLBIQMXTJwk)

Algunos atarbanes que reparten coscorrones a diestro y siniestro afirman que es necesario instaurar un “estado de conmoción interior”; al afirmar esto, tan solo confirman que no viven en Colombia, sino en Polombia, pues de lo contrario, sabrían que Colombia se ha mantenido en un “estado de sitio” desde el mismo instante en que alcanzó la independencia, pues el país y sus habitantes viven sitiados por el hambre, por la falta de empleo y por la salud inaccesible; Colombia ha tenido cientos de bloqueos que le impiden mejorar y sanar heridas, y esos bloqueos no pueden levantarse a punta de gas lacrimógeno y tanquetas. (https://www.facebook.com/784424160/videos/10159228141974161) Colombia es un país con el espíritu roto, pues año tras año y siglo tras siglo, las injusticias se fueron acumulando sobre las espaldas laceradas de los trabajadores y los pobres; mientras los poderosos y acaudalados realizaban mil y un acrobacias para hundir la cabeza de aquellos que, a punta de trabajo y sudor, lograban conformar una incipiente clase media.

Por todos los frentes, legales e ilegales, rurales y urbanos, en la niñez y en la vejez, por todas partes el pueblo colombiano fue atacado y humillado. Sin embargo, hoy, a un mes del inicio del Paro Nacional, el pueblo colombiano ha comprendido, finalmente, que la solución a sus tribulaciones no vendrá sino de sí mismo pues, a fin de cuentas, el único espacio verdadero que cada ser humano tiene en el mundo, es aquel que se comprende desde la piel hacia adentro; ese infinito milímetro de humanidad es lo único cierto que todos tenemos en la vida, de él emerge el arte, la ciencia, la música y la pintura, la creatividad, la voz y el amor, así como la fuerza que, como afirmó Gandhi, no proviene de la habilidad física, sino del espíritu que no se rinde. Prueba de esa voluntad que ha despertado entre los colombianos, es el hecho de que, pese a las camionetas blancas de la “gente de bien” y a los disparos de la policía hacia las casas y conjuntos residenciales, hoy nos hallamos a un mes del inicio de este enorme grito popular de indignación que, al principio, parecía una pequeña llama pero que, precisamente han sido las élites gobernantes quienes se han encargado de convertirla en un incendio a escala nacional, pues en lugar de tratar de apagarlo, parecen divertirse añadiendo más leña a ese fuego en el que arde el descontento social y la necesidad de un cambio profundo. 

(https://www.facebook.com/2071304099759836/videos/1176066886139572)

Colombia puso a temblar los cimientos de aquellos que se creían intocables, logró en un mes lo que no lograron años de guerra fratricida y le demuestra a quienes pensaban tener al país en el bolsillo, que ya no pueden continuar sitiando al pueblo con sus leyes destructivas en pro de los que tienen todo, a costa de quien no cuenta con nada. Hoy los colombianos continúan resistiendo, pese a los vejámenes, a las violaciones, a las desapariciones y a las muertes, a pesar incluso de que sus fuerzas policiales les digan en la cara, de forma descarada, que no tienen derecho a sus propios derechos como seres humanos; mientras, simultáneamente en el campo, lejos de las miradas, los grupos paramilitares instauran sus leyes entre los habitantes desamparados por el estado, que nunca se asoma por aquellos remotos parajes.

El pueblo colombiano continúa luchando de mil y un maneras, en mil y un rincones a lo largo y ancho del mundo, desde mil y un frentes; ya que, contrario al mal gobierno y a sus secuaces, que tan solo cuentan con armas, garrotes y balas para razonar, el pueblo colombiano, en ese milímetro infinito de sus propias almas, comprendió finalmente que, así como el fuego no se apaga con aceite, la lucha no puede simplemente limitarse a contestar las provocaciones de la policía en las calles. La lucha se libra en el alma misma de cada ciudadano y desde ahí, cientos de miles de colombianos luchan y suman sus fuerzas en pro de esta Resistencia que figurará en la historia misma de América Latina, como aquel momento en que una nación entera enfrentó las balas con ideas, las masacres con baile, las amenazas con música y la negación de los derechos humanos elementales con auténtica dignidad.

¡Resiste, Colombia! Ya lo dijo Silvio Rodríguez: “Poco me importa donde rompa mi estación, si cuando rompa está rompiendo lo imposible”. Y tal y como era imposible en el pasado pensar que todos los seres humanos nacen iguales y libres; así mismo para muchos es imposible que esta lucha que hoy se libra por el alma de Colombia, pueda generar un cambio realmente profundo, pese a los logros alcanzados. ¡Resiste, Colombia! ¡Porque solo resistiendo a lo arbitrario romperemos lo imposible!

(https://www.youtube.com/watch?v=kZEQc7GxHhY)

 Juan David Bastidas Pantoja

(Todas las imágenes usadas en esta presentación fueron tomadas de Internet y su uso se hace con fines didácticos y de entretenimiento.)


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