"Yo escribo desde la pasión y desde el amor. Ésa es mi motivación. Decir mis verdades desde lo literario y no desde el panfleto."
Liliana Bodoc.
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| Foto tomada de "Barataria. Revista Latinoamericana Infantil y Juvenil" Volumen I, No. 1 Junio - Diciembre de 2003. |
Tenía yo quince años cuando, en la oficina del Coordinador Académico del colegio, vi una revista titulada "Barataria", en cuya portada se veía a una elfa conjurando un dragón rojo. Ávido como estaba en ese tiempo (y como lo sigo estando hoy), de nuevas historias, mundos y aventuras, me acerqué a la revista que, después, el Coordinador me regaló, al ver mi interés en ella. No sabía en ese momento que, dentro de esas páginas, iba a encontrar el inicio de un camino que me llevaría a lo profundo de uno de los mundos fantásticos más hermosos que he leído y, también, hacia una de las mejores maestras, una mujer que, con sus obras, su prosa y su poesía, dejaría en mi corazón una profunda huella capaz de orientarme en el viaje que, pronto, yo mismo realizaría a través de la creación literaria.
En esa revista, lo que más llamó mi atención fue la entrevista a Liliana Bodoc, escritora argentina quien, en ese momento, promocionaba las dos primeras entregas de su trilogía "La Saga de los Confines". Leer ese artículo me cautivó y despertó en mí el deseo de conocer aquella historia; pero fue casi dos años después cuando, finamente, pude encontrar los libros que conformaban la saga, "Los Día del Venado" y "Los Días de la Sombra", mientras iba de anaquel en anaquel, en la Librería Nacional de Cali.
Tenía dieciséis años cuando leí los dos primeros libros, escuchando música en la sala de mi casa e imaginando sus paisajes y pueblos, tan parecidos a estas tierras Latino Americanas. Recuerdo mucho a uno de sus personajes, Dulkancellin, mencionando haber escuchado el tambor del brujo Kupuka, cerca de un Volcán y, de inmediato, mi mente viajó hasta el Galeras, el Volcán a cuyos pies se levanta mi ciudad. Era fácil sentirse parte de esos paisajes y esas batallas...
Ya en la universidad, pude leer "Los Días del Fuego", la tan ansiada entrega final, heróica en todo sentido, mágica y hermosa, única como solo pueden serlo las historias más sublimes. Cuando inicié la escritura de mis primeros relatos, Bodoc se convirtió en una gran y destacada maestra, su obra en una de mis favoritas y sus personajes en mis aliados, ya que no dudaba en tomar prestadas citas de sus obras, para explicar mis puntos de vista y sentimientos, incluso cuando debía presentar los trabajos académicos en la universidad.
Curiosamente, el año pasado, volví a releer la trilogía. Siempre que termino de leer un libro, me quedo absorto en mi biblioteca para elegir uno nuevo o, mejor dicho, para esperar a que uno de ellos "me llame", como suelo yo decir; pues siempre he tenido la impresión de que son los libros quienes nos llaman, cuando sienten que estamos preparados para leer y comprender las palabras en sus páginas. Esa tarde, fue "Los Días del Venado" el libro que terminó llamándome desde mi estante.
Me resultó cuiroso, pero acepté ese llamado y volví a leer esa trilogía maravillosa, reencontrándome con sus personajes, sus paisajes, sus victorias y derrotas, sus lágrimas y risas, sus lulus y sus brujos. Pude ver de nuevo al niño de dieciséis años leyendo, mientras escuchaba música, y al muchacho universitario que deseaba demostrar que la Fantasía era tan válida como los tratados académicos; me ví a mi mismo en la actualidad, con "La Tierra de las Cordilleras" bajo el brazo, y fui consciente de la magnitud y el alcance que un libro puede tener, pues fue gracias a Liliana Bodoc y a "La Saga de los Confines" que decidí darle al "Jaguar Dorado" el papel protagónico que posee dentro de mi novela.
El día de ayer me enteré de una noticia que llenó de dolor mi corazón: el pasado 6 de Febrero de 2018, Liliana Bodoc falleció, contando apenas con 59 años... Entonces comprendí la razón por la que, el año anterior, el Venado me había llamado una vez más desde lo alto del anaquel...
En lo personal, soñé muchas veces con el día en que tuviera la oportunidad de conocer a esta gran escritora, a esta mujer maravillosa, para decirle, personalmente: "Gracias por haber escrito y creado aquel mundo maravilloso, por haberme inspirado a ser valiente con Dulkancellin y Thungür; por haberme enseñado a ser sabio con Kupuka y Zabralkán; por haberme hecho comprender el dolor de la guerra en La Pezuñera; por haberme hecho reír y llorar con Wilkilién y por permitirme saborear el sabroso pan de Vieja Kush".
Tal vez el mayor legado que su obra deja en vida, no es otro sino la capacidad de contemplar, con una mirada renovada a la Hermana Podadora, no como un mal que debe revertirse, sino como aquella encargada de hacer la poda cuando el huerto del mundo así lo requiere.
Hoy, mi libro y yo, hacemos este pequeño homenaje a una de las escritoras latinoamericanas más mágicas y maravillosas, deseándo paz en su tumba y esperando que, como afirman en el Reino de Ormuz, "Los Dioses abran para ella las puertas de la Eternidad"
Gracias, Liliana Bodoc, por haberte convertido en una de mis grandes maestras a la hora de descubrir y de darle forma a esa historia que, desde lo profundo de mí mismo, luchaba por, algún día, poder alcanzar la luz, a través de las miradas maravilladas de los lectores.
Juan David Bastidas Pantoja.
