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"Luego de dos siglos de paz, la sombra de una amenaza antigua vuelve a acechar a los Reinos Hermanos. En Ormuz, el Reino de los Hombres, un viejo mago recibe una inusual advertencia; en Alvaheim, el Bosque de los Elfos, extraños sucesos, demasiados para ser simples coincidencias, parecen corroborar los temores del anciano. En el norte desconocido, una fortaleza se levanta en secreto, y un antiguo símbolo de odio se enarbola desde lo alto de sus atalayas, levantadas con hierro, piedra y huesos. Hombres, Elfos, Enanos y Centauros deberán mantener vivas las Alianzas, que hermanan a sus naciones, para enfrentar la amenaza que se cierne desde el norte. La esperanza radica en la sabiduría recopilada en un antiguo libro desconocido y en los poderes de una extraña criatura de leyenda: el Jaguar Dorado. ¿Dónde se oculta esta criatura? ¿Cuál es su auténtica naturaleza? Un joven aprendiz de la Corte de Magos de Ormuz, puede ser la clave para desvelar este misterio místico, que marcará para siempre el futuro de cada pueblo y estirpe a lo largo y ancho de la Tierra de las Cordilleras..."

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martes, 11 de mayo de 2021

¡RESISTENCIA!

 “Quizá, una vez cada cien años haya una pieza de ciencia ficción que moldee la opinión pública.” – Edgar Rice Borroughs

Colombia entera lanza un grito de desesperación y hastío; un grito que refleja la indignación de todo un país. Indignación que se ha fermentado entre pobreza e indiferencia, entre mentiras y halagos hipócritas, entre crímenes e impunidad rampante. Pareciera ser que el país se hallara a la deriva, como un barco sin capitán en medio de un océano embravecido, a punto de zozobra y con una tripulación interesada sólo en salvarse a sí misma. Colombia ha vivido así por décadas; sin embargo, es apenas en este tiempo “apocalíptico”, si me permiten llamarlo de ese modo, en que cada ciudadano colombiano trata de sacudirse el conformismo y la resignación en la que han vivido desde hace tanto tiempo, para unir su voz al clamor nacional que exige un cambio verdadero.

¿Qué puede hacer un escritor de fantasía ante la avasallante realidad que se vive en las calles? Tal vez lo mismo que puede hacer el manifestante, al erguirse con su pancarta ante una tanqueta que avanza hacia él sin reducir la velocidad o disparando… ¿balas de goma?; tal vez lo mismo que puede hacer una madre al ver que agentes de la policía se llevan a su hijo, halándolo de sus cabellos, mientras a ella la arrojan al suelo, indolentes; tal vez lo mismo que puede hacer un ciudadano que se apresura a registrar con su celular el actuar criminal de quienes deberían salvaguardar el bienestar de los ciudadanos. Tal vez, lo único que un escritor de fantasía puede hacer es, precisamente, lo que la imaginación, el arte y los sueños hacen en la mente y el corazón de los seres humanos, frente a la avasallante realidad: Resistir.

Coolest Star Wars background de Samantha Cunningham




En Colombia, un país en donde la educación es un privilegio, la salud una lotería y el trabajo tan solo funciona con padrinos y “palancas” políticas, para muchos es una locura dedicarse al arte en alma y corazón; más loco resulta soñar con mundos fantásticos más allá de lo real o lo posible. Ricardo Burgos, en su tesis de maestría: “Acerca de la Ciencia Ficción en Colombia” (Universidad Javeriana, 1998), afirmó que la fantasía nos permite: “(…) condenar la servidumbre resignada de la vida cotidiana” para “permitirnos experimentar la libertad”; y, precisamente por eso, en un país como Colombia el simple hecho de soñar con lo Mágico y lo Maravilloso es, de por sí, un acto de resistencia, un grito de rebeldía ante el conformismo de lo establecido; un grito que el “mundo real” asume como un desafío a su absolutismo imperante y, por ende, busca acallarlo al precio que sea.

Hoy, esa misma “realidad” nos muestra una de sus facetas más crueles, inesperadas y caóticas. La llegada del Covid-19 desnudó al mundo y a Colombia, como pocas circunstancias lo hubiesen hecho. La pobreza, la inequidad, la falta de liderazgo y la visión dictatorial de quienes gobiernan, emergieron sin que los medios masivos, al servicio de los regímenes, fuesen capaces de ocultarlos por completo. ¿Quién podría haber imaginado que algo semejante llegase a suceder? ¿Cómo pronosticar, en una época en que los humanos se creen dioses, que un virus pondría a temblar las bases mismas de las naciones? Pues, aunque cueste creerlo, en ésta ocasión los “profetas” que vaticinaron el caos de nuestros días, no fueron otros sino aquellos soñadores y creadores de mundos y de realidades fantásticas, que desafiaron la realidad de sus contextos históricos.

Quienes crecimos con sagas fantásticas, óperas espaciales y distopías, miramos con otros ojos lo que sucede a nuestro alrededor, pues sentimos como si, de alguna manera, los grandes autores de éstos géneros, desdeñados muchas veces por los críticos y profesionales “serios” (y a veces no tan “serios”, como veremos más adelante), parecieran resonar desde el pasado remoto y también desde tiempos recientes, como ecos de una vieja campana que redoblaba para advertir el peligro que se avecinaba, pero que nunca fue tomada en “serio”. 

La Ciencia Ficción se conoce como la “Literatura de la Anticipación”, debido a que sus autores destacados han basado sus escritos en los adelantos de la ciencia del “mundo real”, para proyectar desde su imaginación, los posibles horizontes a los que ese conocimiento técnico y científico podría llevar a la humanidad. Algunas proyecciones muestran futuros idílicos; otras, por el contrario, populares en las distopías, presentan escenarios descorazonadores. Todos aquellos horizontes pretenden sembrar en los espectadores la semilla de la duda y la necesidad de cambiar la manera de actuar frente al mundo, ya sea para alcanzar aquel futuro, o para evitar que se vuelva una realidad. Tristemente, aquella campana, cuyo repicar no encontró eco en los oídos sordos de muchos, parece confirmar las palabras de Álvaro Pineda Botero en su obra: “Del Mito a la Posmodernidad” (1990), cuando afirma que: “si el hombre renacentista imaginó un futuro feliz (…) 400 o 500 años más tarde, en la cúspide del desarrollo tecnológico, tales ilusiones no solo no se han conseguido, sino que ya ni es siquiera posible soñarlas hacia el futuro.”

“Yo soy muy malo para la ciencia ficción”, afirmó el petimetre uribista encumbrado en el trono de esta nación, cuando le preguntaron por una serie de documentales que desnudaban la realidad de Colombia; una realidad tan terrible que, a su lado, el más cruel de los universos y la más descabellada de las distopías se quedan cortos. Pero, no contento con desdeñar los documentales, con su nefasto argumento le otorga a la ciencia ficción el rótulo de: “falsedad”. “No son lo mismo la irrealidad y la mentira” afirma Liliana Bodoc en “Oficio de Búhos” (2012): “La mentira es procaz y fácil de destruir. Es una obra despreciable que cualquier necio puede llevar a cabo. La irrealidad es una obra poderosa capaz de cambiar las tierras, las ciudades y los mares”. No puedo evitar pensar que, si aquel petimetre que continúa haciendo oídos sordos a las peticiones de los dirigentes del paro, trabajadores y estudiantes, hubiese tenido la oportunidad de acercarse a la Fantasía y a la Ciencia Ficción, tal vez sería capaz de determinar en qué lugar se encuentra el pueblo colombiano y qué sitio ocupan aquellos que lo oprimen.



“The First Purge” (2018) dirigida por

Gerard McMurray. 






Camionetas de alta gama disparando en Cali. 











La película “Contagio” vio la luz en el año 2011 y, si bien sus creadores se basaron en la epidemia del virus H1N1, es difícil pensar en este momento histórico, que aquella cinta no fuese una advertencia de lo que podría suceder pocos años después. Hoy, al ver lo que sucede en Colombia, me pregunto si la nación entera no está siendo embarcada en una especie de macabro experimento social, al estilo de: “12 horas para sobrevivir: El inicio” (2018). La idea que no resulta descabellada, en especial si se tiene en cuenta el proceder de las fuerzas armadas colombianas en ciudades como Cali, donde los altos mandos militares acampan a sus anchas, como si realizaran una extraña labor de campo que pretendiera medir y sopesar acciones, movimientos y estrategias, que parecen empeñadas en acabar con la pobreza disparándole a los pobres. Batman pudo manejar el “coronavirus” de Ra´s al Ghul, en la película “Batman Inicia” (2005), mucho mejor de lo que Duque ha podido hacerlo con sus programas de televisión interactivos y con sus “días sin I.V.A.” Los estudiantes y pueblos indígenas que marchan para evitar que los páramos y las selvas sean arrasadas por el extractivismo y el glifosato, disfrazados de “progreso y seguridad”, recuerdan a los Ents, marchando con arengas y tambores, para luego sitiar Isengard y lanzar rocas contra sus muros, con el fin de derrocar a Saruman y defender el bosque de Fangorn, en “El Señor de los Anillos. Las Dos Torres” (1954).

Ése es el poder de estas historias fantásticas, tal y como lo afirmó en su momento Michael Ende con su “Historia Interminable” (1979): el poder de tomar distancia del mundo para verlo desde nuevas perspectivas y, así, volver a él para tratar de transformarlo; en palabras del filósofo Krishnamutri: “Solamente el individuo que no se encuentra atrapado en la sociedad puede influir en ella de manera fundamental”.

Si bien la Ficción ha tratado de anticiparse y advertir ante las posibles catástrofes planetarias, sociales y humanas; también ha sembrado en el corazón de sus espectadores semillas de valor, de fuerza y de resistencia. Éstas historias han tocado el alma de sus seguidores para volverlos más empáticos con aquel que es diferente, con el que sufre, con quienes lo han perdido todo y, al mismo tiempo, les han enseñado a identificar a los tiranos, a los petimetres, a los falsos profetas y a los ídolos de oro con pies de barro, que pretenden encumbrarse, amparados por una pseudo-democracia, a partir de la ignorancia rampante, para después pisotear al pueblo agobiado. La profunda calidad humana de estas grandes historias, son las razones por las que, en la actualidad, se han convertido en los nuevos mitos, los nuevos símbolos para afrontar esa realidad criminal, ante la cual, muchas veces, los poderosos se lavan las manos, en medio de un silencio cómplice.

De ahí que no me resulte extraño que, ante el brutal ataque de los miembros del ESMAD y de la policía, un grupo de manifestantes hayan optado por elaborar escudos con el fin de proteger su integridad y que en aquellas improvisadas defensas decidieran plasmar el símbolo de la “Alianza Rebelde” de la saga “Star Wars” (1977), de George Lucas. Y reitero que no es en absoluto extraño, pues aquella historia en particular se nutre de las tradiciones de la Antigua Roma y de la Francia Napoleónica, para explicarle a las nuevas generaciones la fragilidad de la Democracia y el peligro de los Imperios Absolutistas, de esos que no emergen tanto de las monarquías, como de las repúblicas endebles y las democracias fachada.


“Los débiles pueden intentar esta tarea con tantas esperanzas como los fuertes. Sin embargo, así son a menudo los trabajos que mueven las ruedas del mundo. Las manos pequeñas hacen esos trabajos porque es menester haceros, mientras los ojos de los grandes se vuelven a otra parte.” Aquello que Tolkien planteó en “El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo” (1954), hoy Colombia lo vive en carne propia; pues mientras el pseudo-presidente viajó a Cali en la madrugada del 10 de Mayo de 2.021, para luego escabullirse como un vulgar asaltante y volver dos días después, como si no hubiera pasado nada; son las manos de aquellos que luchan diariamente por sobrevivir en un gobierno indolente, las que en este momento se han levantado para reclamar por sus derechos; son ellos quienes resisten más allá de las provocaciones de infiltrados y de las balas criminales de aquellos cobardes que, a bordo de camionetas de alta gama, disparan a los improvisados puntos de atención médica de ciudades como Cali.

¿Qué puede hacer, entonces, un soñador ante la barbarie de la realidad? ¿Qué podemos hacer, colombianos, ante las circunstancias? Resistir, continuar soñando con el paraíso, aún si ya es imposible alcanzarlo. Y hay muchas maneras en que podemos hacerlo. Si ustedes, compatriotas colombianos, manifiestan su inconformidad con el repique de la cacerola; si compartieron videos de K-Pop para inundar y bloquear los comentarios mal intencionados; si avanzan danzando, más que marchando, al son de la música, como en un carnaval; si detienen al vándalo y lo obligan a devolver lo que ha saqueado; si ayudan al herido, aún si este levantó su garrote en contra de ustedes; si utilizan el celular para filmar el atropello de los poderosos; si apagan la voz vacía de los medios hegemónicos y escuchan al ciudadano que graba en vivo la masacre; si a pesar de que el mundo se encuentre de cabeza, insisten en sembrar sus huertos, en cultivar sus sueños, en tocar sus canciones; si ustedes, poetas, se arriesgan en estos tiempos convulsos a escribir versos y lanzarlos al viento, para brindar aliento al ciudadano que en la calle lucha por una Colombia mejor… entonces, compatriotas, parafraseando a John Connor: “Ustedes son la Resistencia.”

Juan David Bastidas Pantoja.


John Connor “Terminator 4. La Salvación” (2009)

(Todas las imágenes usadas en esta presentación fueron tomadas de Internet y su uso se hace con fines didácticos y de entretenimiento.)

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