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"Luego de dos siglos de paz, la sombra de una amenaza antigua vuelve a acechar a los Reinos Hermanos. En Ormuz, el Reino de los Hombres, un viejo mago recibe una inusual advertencia; en Alvaheim, el Bosque de los Elfos, extraños sucesos, demasiados para ser simples coincidencias, parecen corroborar los temores del anciano. En el norte desconocido, una fortaleza se levanta en secreto, y un antiguo símbolo de odio se enarbola desde lo alto de sus atalayas, levantadas con hierro, piedra y huesos. Hombres, Elfos, Enanos y Centauros deberán mantener vivas las Alianzas, que hermanan a sus naciones, para enfrentar la amenaza que se cierne desde el norte. La esperanza radica en la sabiduría recopilada en un antiguo libro desconocido y en los poderes de una extraña criatura de leyenda: el Jaguar Dorado. ¿Dónde se oculta esta criatura? ¿Cuál es su auténtica naturaleza? Un joven aprendiz de la Corte de Magos de Ormuz, puede ser la clave para desvelar este misterio místico, que marcará para siempre el futuro de cada pueblo y estirpe a lo largo y ancho de la Tierra de las Cordilleras..."

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jueves, 27 de mayo de 2021

¡RESISTE COLOMBIA!

“Después del toque de queda no hay derechos humanos”. Con tan nefasta frase, integrantes de la Policía Nacional de Colombia, amenazaron a Defensores de Derechos Humanos la noche del pasado 26 de Mayo de 2021, en la ciudad de San Juan de Pasto (https://www.youtube.com/watch?v=ZS-eE9qQEes). Hoy, a un mes de iniciarse el Paro Nacional, veo con tristeza que la actitud del gobierno del petimetre Duque, puede verse claramente reflejada en aquella criminal amenaza. En aquella frase se percibe la indolencia de una clase dirigente que, tal y como lo representa el caricaturista Matador en una de sus más recientes ilustraciones, se recuesta en su diván a tocar la guitarra, mientras a su alrededor Colombia arde.

(https://www.facebook.com/photo?fbid=329775325175296&set=pb.100044284936801.-2207520000..)

De aquella amenaza emana el odio con que, al parecer, son entrenados los integrantes de las fuerzas armadas en el país, un odio que da cuenta de un claro lavado de cerebro y del maltrato de integridades, ideas y conciencias que, al final, termina por trastornar a sus integrantes, que no tienen otra forma de liberar sus frustraciones más que a punta de garrote e insulto contra el pueblo que lucha por justa causa. En la vil amonestación se vislumbra el manto de complicidad con el que unos y otros se cubren y que tratan de mantener a toda costa sobre ellos, ya que solo de esa manera pueden continuar contando con el beneficio de actuar impunemente, tanto desde las altas esferas del gobierno, como en la calle a oscuras, antes y después del toque de queda; todos ellos saben que, si ese manto de impunidad llega a levantarse ligeramente por cualquier extremo, todos ellos quedarán descubiertos y no habrá excusa que valga. De ahí el interés por mantener ese manto cubriendo a Colombia, aún si eso implica cometer crímenes peores a una amenaza; a fin de cuentas, para eso está el manto, para cubrir y disimular los excesos.

El mundo tiene los ojos puestos sobre Colombia y los colombianos, como nunca antes, se han apropiado de la lucha popular en pro de sus derechos, en contra del hambre y la falta de oportunidades. La historia de Colombia es la historia de las arbitrariedades, de los tratos injustos, de la barbarie desatada y la guerra sin cuartel; de las bandas que viven de la matanza y la rapiña; de los pueblos sin opciones, de las generaciones trágicas que, al carecer de oportunidades, se ven obligados a levantar la voz y a gritar hasta desgarrarse las gargantas, aun a sabiendas de que no serán escuchados. La historia de Colombia es la de la “gente de bien”, de los religiosos ultraconservadores y los nuevos cultos carismáticos en pro del lucro y el diezmo; de los santos que pagaban indulgencias por liberales muertos, de sacerdotes que se reúnen en fuentes de soda con paramilitares y hermanos de ex-presidentes/ex-presidiarios, para planificar masacres; de bárbaros que se sienten remotamente “humanos”, por mandar a bendecir las balas de sus armas y las motos en las que salen a comerciar con la muerte, o por rezarle a la Virgen María y al Corazón de Jesús, antes de ingresar a un pueblo “comunista” para acabar con supuestos “guerrilleros” cuando, en realidad, en ese pueblito mancillado tan solo habitaban simples campesinos humildes que trataban de sobrevivir, con las uñas, a los tratados de libre comercio.

(https://www.facebook.com/photo?fbid=881690562379230&set=a.106794759868818)

Colombia es “La Tierra del Olvido” y no lo digo por la canción de Carlos Vives, quien, por cierto, hizo honor al tema en cuestión, al dejar en el olvido al pueblo que lo idolatra; lo digo por el profundo olvido al que parecen estar condenados la mayoría de sus habitantes, pues la clase gobernante “de bien”, se ha pasado más de doscientos años gobernando desde Bogotá, como si la realidad del país pudiera verse y palparse a control remoto. Y es ese olvido, ese abandono estatal el que mantiene a regiones fértiles y hermosas sumidas en la más profunda pobreza, apartadas unas de otras y desamparadas ante las acechanzas del crimen disfrazado de libre empresa. Por eso en Colombia prosperan tantos “emprendimientos de gente de bien”, como aquel que en su tiempo fomentó la Casa Arana, o el que montó Pablo Escobar y que ahora parece ser el intento naranja de embajadores y actrices que, además, tienen el descaro de deslegitimar el paro nacional, afirmando que más vale producir; a fin de cuentas, para ellos sí valen los derechos humanos, para justificar como “tragedias familiares” y “abuso de confianza”, sus claros nexos con el narcotráfico.

El gobierno colombiano mira la paja en el ojo ajeno, pero se niega a ver los ojos que tantos jóvenes han perdido por acción de una policía intocable. Colombia es el país donde han acampado el engaño y el desengaño, pues incluso quienes se levantaron en armas, supuestamente en favor de los pobres, pronto demostraron que más les importaba el dinero ilícito, que cualquier ideología o forma de pensamiento que, de tanto desgastar, convirtieron en vil demagogia pues, como afirma el grupo de Música Latinoamericana “Illapu”: “Dulce patria de tus defensores, quién te salvará de tus salvadores…” (https://www.youtube.com/watch?v=rLBIQMXTJwk)

Algunos atarbanes que reparten coscorrones a diestro y siniestro afirman que es necesario instaurar un “estado de conmoción interior”; al afirmar esto, tan solo confirman que no viven en Colombia, sino en Polombia, pues de lo contrario, sabrían que Colombia se ha mantenido en un “estado de sitio” desde el mismo instante en que alcanzó la independencia, pues el país y sus habitantes viven sitiados por el hambre, por la falta de empleo y por la salud inaccesible; Colombia ha tenido cientos de bloqueos que le impiden mejorar y sanar heridas, y esos bloqueos no pueden levantarse a punta de gas lacrimógeno y tanquetas. (https://www.facebook.com/784424160/videos/10159228141974161) Colombia es un país con el espíritu roto, pues año tras año y siglo tras siglo, las injusticias se fueron acumulando sobre las espaldas laceradas de los trabajadores y los pobres; mientras los poderosos y acaudalados realizaban mil y un acrobacias para hundir la cabeza de aquellos que, a punta de trabajo y sudor, lograban conformar una incipiente clase media.

Por todos los frentes, legales e ilegales, rurales y urbanos, en la niñez y en la vejez, por todas partes el pueblo colombiano fue atacado y humillado. Sin embargo, hoy, a un mes del inicio del Paro Nacional, el pueblo colombiano ha comprendido, finalmente, que la solución a sus tribulaciones no vendrá sino de sí mismo pues, a fin de cuentas, el único espacio verdadero que cada ser humano tiene en el mundo, es aquel que se comprende desde la piel hacia adentro; ese infinito milímetro de humanidad es lo único cierto que todos tenemos en la vida, de él emerge el arte, la ciencia, la música y la pintura, la creatividad, la voz y el amor, así como la fuerza que, como afirmó Gandhi, no proviene de la habilidad física, sino del espíritu que no se rinde. Prueba de esa voluntad que ha despertado entre los colombianos, es el hecho de que, pese a las camionetas blancas de la “gente de bien” y a los disparos de la policía hacia las casas y conjuntos residenciales, hoy nos hallamos a un mes del inicio de este enorme grito popular de indignación que, al principio, parecía una pequeña llama pero que, precisamente han sido las élites gobernantes quienes se han encargado de convertirla en un incendio a escala nacional, pues en lugar de tratar de apagarlo, parecen divertirse añadiendo más leña a ese fuego en el que arde el descontento social y la necesidad de un cambio profundo. 

(https://www.facebook.com/2071304099759836/videos/1176066886139572)

Colombia puso a temblar los cimientos de aquellos que se creían intocables, logró en un mes lo que no lograron años de guerra fratricida y le demuestra a quienes pensaban tener al país en el bolsillo, que ya no pueden continuar sitiando al pueblo con sus leyes destructivas en pro de los que tienen todo, a costa de quien no cuenta con nada. Hoy los colombianos continúan resistiendo, pese a los vejámenes, a las violaciones, a las desapariciones y a las muertes, a pesar incluso de que sus fuerzas policiales les digan en la cara, de forma descarada, que no tienen derecho a sus propios derechos como seres humanos; mientras, simultáneamente en el campo, lejos de las miradas, los grupos paramilitares instauran sus leyes entre los habitantes desamparados por el estado, que nunca se asoma por aquellos remotos parajes.

El pueblo colombiano continúa luchando de mil y un maneras, en mil y un rincones a lo largo y ancho del mundo, desde mil y un frentes; ya que, contrario al mal gobierno y a sus secuaces, que tan solo cuentan con armas, garrotes y balas para razonar, el pueblo colombiano, en ese milímetro infinito de sus propias almas, comprendió finalmente que, así como el fuego no se apaga con aceite, la lucha no puede simplemente limitarse a contestar las provocaciones de la policía en las calles. La lucha se libra en el alma misma de cada ciudadano y desde ahí, cientos de miles de colombianos luchan y suman sus fuerzas en pro de esta Resistencia que figurará en la historia misma de América Latina, como aquel momento en que una nación entera enfrentó las balas con ideas, las masacres con baile, las amenazas con música y la negación de los derechos humanos elementales con auténtica dignidad.

¡Resiste, Colombia! Ya lo dijo Silvio Rodríguez: “Poco me importa donde rompa mi estación, si cuando rompa está rompiendo lo imposible”. Y tal y como era imposible en el pasado pensar que todos los seres humanos nacen iguales y libres; así mismo para muchos es imposible que esta lucha que hoy se libra por el alma de Colombia, pueda generar un cambio realmente profundo, pese a los logros alcanzados. ¡Resiste, Colombia! ¡Porque solo resistiendo a lo arbitrario romperemos lo imposible!

(https://www.youtube.com/watch?v=kZEQc7GxHhY)

 Juan David Bastidas Pantoja

(Todas las imágenes usadas en esta presentación fueron tomadas de Internet y su uso se hace con fines didácticos y de entretenimiento.)


domingo, 23 de mayo de 2021

DUQUE AL "BASURERO DE LA HISTORIA"

El #ParoNacional continúa y, contrario a las mentiras con las que el gobierno pretende continuar reafirmándose, el mundo entero clama por un cambio verdadero para esta nación. El subpresidente y sus lagartos continúan fingiendo (que es tal vez lo único que saben hacer), pese a que la sociedad colombiana y también la comunidad internacional han logrado ver más allá de las máscaras y las apariencias que tratan inútilmente de crear, para continuar fingiendo que son inocentes de la barbarie que se vive en las calles del país.

Desvían la atención de los incautos, valiéndose de sus medios hegemónicos, para darle énfasis a las pérdidas económicas por encima de las vidas humanas, de los abusos sexuales, de las detenciones arbitrarias, las desapariciones, los cuerpos destrozados y los despojos encontrados en Mulaló, descargados desde camiones de la policía (https://www.contagioradio.com/miembros-de-la-policia-asesinan-a-angie-johana-valencia/). 

Desvían la atención enfocando los desmanes, como si la gente saliera a marchar simplemente porque tienen deseos de destruir; pero miran hacia otro lado cuando, aquellos que en teoría deberían velar por el bienestar de los ciudadanos, salen vestidos de civil y fuertemente armados, para atacar de forma desmesurada  a los manifestantes y sobrepasarse cobardemente con las mujeres. Poco o nada han dicho los medios hegemónicos de Colombia, ante las fosas que parecen haber sido excavadas en Mulaló.

Sin embargo, el pueblo colombiano y la humanidad entera ya no creen en sus abiertas y cobardes mentiras. Duque está cada vez más arrinconado y malgasta sus fichas, pues su incapacidad va de la mano con su arrogancia; culpa a sus adversarios del Paro Nacional, cuando ha sido él quien ha demostrado día tras día, con sus acciones, negaciones y malas decisiones, que nunca estuvo ni siquiera remotamente capacitado para asumir la presidencia de Colombia. Es Duque quien gobierna, o eso se supone, y el mundo entero descubrió que no es un buen gobernante, sino tan solo un petimetre arrogante que finge ser fuerte, en nombre de otro individuo, tan criminal como él.

Ya lo dijo el Eurodiputado Miguel Urbán Crespo, cuando afirmó: "Iván Duque, en cierta medida, podríamos decir que le ha declarado la guerra al pueblo colombiano. Al pueblo colombiano que lo único que está pidiendo es mejorar sus condiciones de vida (...) Un presidente que al final ordena militarizar, disparar contra su propio pueblo y le declara la guerra a su pueblo, no tiene otra salida que irse al basurero de la historia" (https://www.youtube.com/watch?v=ajY1wdzQdj8)

Y, lo único cierto, es que Duque hace tiempo que perdió esa guerra que absurdamente declaró, desde el momento mismo en que decidió convertirse en la marioneta de quien lo manipula desde lejos. Duque, el gobierno, incluso las mismas instituciones como la fiscalía y la policía, no importa cuantas fosas caven o cuantos camiones expropien, todos ellos ya fueron derrotados aunque se nieguen a reconocerlo y no tienen más salida que afrontar la necesidad de una reforma integral y profunda. Todos ellos fueron derrotados porque sus propias acciones hicieron que, no solo los colombianos perdiéramos el respeto y la confianza en todos ellos, también perdieron el respeto y la confianza del mundo entero. (https://www.dw.com/es/destituido-el-jefe-de-polic%C3%ADa-en-panam%C3%A1-tras-pol%C3%A9mico-video-de-apoyo-a-antidisturbios-colombianos/a-57629087)

Por eso, el Paro Nacional se mantiene y se mantendrá hasta que Colombia recupere la dignidad que durante años le ha sido expropiada por la nefasta clase dirigente que ha detentado el poder durante siglos. Hoy, esa rancia aristocracia criolla no tiene más opción para afrontar su derrota y capitular ante el pueblo colombiano que, finalmente, ha despertado y no piensa detenerse hasta restaurar por sí y para sí mismo, la dignidad que por siglos trataron de arrebatarle. Entonces, Duque y todo su séquito, junto con su falso dios y "guardando las proporciones", podrán, como afirmó Urbán Crespo, lanzarse de cabeza al "basurero de la historia".

Juan David Bastidas Pantoja 

Video compartido desde:

https://www.facebook.com/diego.riano.75098/videos/300518251758542

#Colombiaalertaroja #humanrightswhithoutfrontiers #UribeDioLaOrden #duqueparelamasacre #DuqueRenuncie #physiciansforhumanrights #comisioninteramericanadederechoshumanos #ParoNacional #soscolombia #EuropeanCourtofHumanRights #MolanoRenuncie #zapateirorenuncie #VargasRenuncie #ReformaUrgenteALaPolicia #VivaElParoNacional

martes, 11 de mayo de 2021

¡RESISTENCIA!

 “Quizá, una vez cada cien años haya una pieza de ciencia ficción que moldee la opinión pública.” – Edgar Rice Borroughs

Colombia entera lanza un grito de desesperación y hastío; un grito que refleja la indignación de todo un país. Indignación que se ha fermentado entre pobreza e indiferencia, entre mentiras y halagos hipócritas, entre crímenes e impunidad rampante. Pareciera ser que el país se hallara a la deriva, como un barco sin capitán en medio de un océano embravecido, a punto de zozobra y con una tripulación interesada sólo en salvarse a sí misma. Colombia ha vivido así por décadas; sin embargo, es apenas en este tiempo “apocalíptico”, si me permiten llamarlo de ese modo, en que cada ciudadano colombiano trata de sacudirse el conformismo y la resignación en la que han vivido desde hace tanto tiempo, para unir su voz al clamor nacional que exige un cambio verdadero.

¿Qué puede hacer un escritor de fantasía ante la avasallante realidad que se vive en las calles? Tal vez lo mismo que puede hacer el manifestante, al erguirse con su pancarta ante una tanqueta que avanza hacia él sin reducir la velocidad o disparando… ¿balas de goma?; tal vez lo mismo que puede hacer una madre al ver que agentes de la policía se llevan a su hijo, halándolo de sus cabellos, mientras a ella la arrojan al suelo, indolentes; tal vez lo mismo que puede hacer un ciudadano que se apresura a registrar con su celular el actuar criminal de quienes deberían salvaguardar el bienestar de los ciudadanos. Tal vez, lo único que un escritor de fantasía puede hacer es, precisamente, lo que la imaginación, el arte y los sueños hacen en la mente y el corazón de los seres humanos, frente a la avasallante realidad: Resistir.

Coolest Star Wars background de Samantha Cunningham




En Colombia, un país en donde la educación es un privilegio, la salud una lotería y el trabajo tan solo funciona con padrinos y “palancas” políticas, para muchos es una locura dedicarse al arte en alma y corazón; más loco resulta soñar con mundos fantásticos más allá de lo real o lo posible. Ricardo Burgos, en su tesis de maestría: “Acerca de la Ciencia Ficción en Colombia” (Universidad Javeriana, 1998), afirmó que la fantasía nos permite: “(…) condenar la servidumbre resignada de la vida cotidiana” para “permitirnos experimentar la libertad”; y, precisamente por eso, en un país como Colombia el simple hecho de soñar con lo Mágico y lo Maravilloso es, de por sí, un acto de resistencia, un grito de rebeldía ante el conformismo de lo establecido; un grito que el “mundo real” asume como un desafío a su absolutismo imperante y, por ende, busca acallarlo al precio que sea.

Hoy, esa misma “realidad” nos muestra una de sus facetas más crueles, inesperadas y caóticas. La llegada del Covid-19 desnudó al mundo y a Colombia, como pocas circunstancias lo hubiesen hecho. La pobreza, la inequidad, la falta de liderazgo y la visión dictatorial de quienes gobiernan, emergieron sin que los medios masivos, al servicio de los regímenes, fuesen capaces de ocultarlos por completo. ¿Quién podría haber imaginado que algo semejante llegase a suceder? ¿Cómo pronosticar, en una época en que los humanos se creen dioses, que un virus pondría a temblar las bases mismas de las naciones? Pues, aunque cueste creerlo, en ésta ocasión los “profetas” que vaticinaron el caos de nuestros días, no fueron otros sino aquellos soñadores y creadores de mundos y de realidades fantásticas, que desafiaron la realidad de sus contextos históricos.

Quienes crecimos con sagas fantásticas, óperas espaciales y distopías, miramos con otros ojos lo que sucede a nuestro alrededor, pues sentimos como si, de alguna manera, los grandes autores de éstos géneros, desdeñados muchas veces por los críticos y profesionales “serios” (y a veces no tan “serios”, como veremos más adelante), parecieran resonar desde el pasado remoto y también desde tiempos recientes, como ecos de una vieja campana que redoblaba para advertir el peligro que se avecinaba, pero que nunca fue tomada en “serio”. 

La Ciencia Ficción se conoce como la “Literatura de la Anticipación”, debido a que sus autores destacados han basado sus escritos en los adelantos de la ciencia del “mundo real”, para proyectar desde su imaginación, los posibles horizontes a los que ese conocimiento técnico y científico podría llevar a la humanidad. Algunas proyecciones muestran futuros idílicos; otras, por el contrario, populares en las distopías, presentan escenarios descorazonadores. Todos aquellos horizontes pretenden sembrar en los espectadores la semilla de la duda y la necesidad de cambiar la manera de actuar frente al mundo, ya sea para alcanzar aquel futuro, o para evitar que se vuelva una realidad. Tristemente, aquella campana, cuyo repicar no encontró eco en los oídos sordos de muchos, parece confirmar las palabras de Álvaro Pineda Botero en su obra: “Del Mito a la Posmodernidad” (1990), cuando afirma que: “si el hombre renacentista imaginó un futuro feliz (…) 400 o 500 años más tarde, en la cúspide del desarrollo tecnológico, tales ilusiones no solo no se han conseguido, sino que ya ni es siquiera posible soñarlas hacia el futuro.”

“Yo soy muy malo para la ciencia ficción”, afirmó el petimetre uribista encumbrado en el trono de esta nación, cuando le preguntaron por una serie de documentales que desnudaban la realidad de Colombia; una realidad tan terrible que, a su lado, el más cruel de los universos y la más descabellada de las distopías se quedan cortos. Pero, no contento con desdeñar los documentales, con su nefasto argumento le otorga a la ciencia ficción el rótulo de: “falsedad”. “No son lo mismo la irrealidad y la mentira” afirma Liliana Bodoc en “Oficio de Búhos” (2012): “La mentira es procaz y fácil de destruir. Es una obra despreciable que cualquier necio puede llevar a cabo. La irrealidad es una obra poderosa capaz de cambiar las tierras, las ciudades y los mares”. No puedo evitar pensar que, si aquel petimetre que continúa haciendo oídos sordos a las peticiones de los dirigentes del paro, trabajadores y estudiantes, hubiese tenido la oportunidad de acercarse a la Fantasía y a la Ciencia Ficción, tal vez sería capaz de determinar en qué lugar se encuentra el pueblo colombiano y qué sitio ocupan aquellos que lo oprimen.



“The First Purge” (2018) dirigida por

Gerard McMurray. 






Camionetas de alta gama disparando en Cali. 











La película “Contagio” vio la luz en el año 2011 y, si bien sus creadores se basaron en la epidemia del virus H1N1, es difícil pensar en este momento histórico, que aquella cinta no fuese una advertencia de lo que podría suceder pocos años después. Hoy, al ver lo que sucede en Colombia, me pregunto si la nación entera no está siendo embarcada en una especie de macabro experimento social, al estilo de: “12 horas para sobrevivir: El inicio” (2018). La idea que no resulta descabellada, en especial si se tiene en cuenta el proceder de las fuerzas armadas colombianas en ciudades como Cali, donde los altos mandos militares acampan a sus anchas, como si realizaran una extraña labor de campo que pretendiera medir y sopesar acciones, movimientos y estrategias, que parecen empeñadas en acabar con la pobreza disparándole a los pobres. Batman pudo manejar el “coronavirus” de Ra´s al Ghul, en la película “Batman Inicia” (2005), mucho mejor de lo que Duque ha podido hacerlo con sus programas de televisión interactivos y con sus “días sin I.V.A.” Los estudiantes y pueblos indígenas que marchan para evitar que los páramos y las selvas sean arrasadas por el extractivismo y el glifosato, disfrazados de “progreso y seguridad”, recuerdan a los Ents, marchando con arengas y tambores, para luego sitiar Isengard y lanzar rocas contra sus muros, con el fin de derrocar a Saruman y defender el bosque de Fangorn, en “El Señor de los Anillos. Las Dos Torres” (1954).

Ése es el poder de estas historias fantásticas, tal y como lo afirmó en su momento Michael Ende con su “Historia Interminable” (1979): el poder de tomar distancia del mundo para verlo desde nuevas perspectivas y, así, volver a él para tratar de transformarlo; en palabras del filósofo Krishnamutri: “Solamente el individuo que no se encuentra atrapado en la sociedad puede influir en ella de manera fundamental”.

Si bien la Ficción ha tratado de anticiparse y advertir ante las posibles catástrofes planetarias, sociales y humanas; también ha sembrado en el corazón de sus espectadores semillas de valor, de fuerza y de resistencia. Éstas historias han tocado el alma de sus seguidores para volverlos más empáticos con aquel que es diferente, con el que sufre, con quienes lo han perdido todo y, al mismo tiempo, les han enseñado a identificar a los tiranos, a los petimetres, a los falsos profetas y a los ídolos de oro con pies de barro, que pretenden encumbrarse, amparados por una pseudo-democracia, a partir de la ignorancia rampante, para después pisotear al pueblo agobiado. La profunda calidad humana de estas grandes historias, son las razones por las que, en la actualidad, se han convertido en los nuevos mitos, los nuevos símbolos para afrontar esa realidad criminal, ante la cual, muchas veces, los poderosos se lavan las manos, en medio de un silencio cómplice.

De ahí que no me resulte extraño que, ante el brutal ataque de los miembros del ESMAD y de la policía, un grupo de manifestantes hayan optado por elaborar escudos con el fin de proteger su integridad y que en aquellas improvisadas defensas decidieran plasmar el símbolo de la “Alianza Rebelde” de la saga “Star Wars” (1977), de George Lucas. Y reitero que no es en absoluto extraño, pues aquella historia en particular se nutre de las tradiciones de la Antigua Roma y de la Francia Napoleónica, para explicarle a las nuevas generaciones la fragilidad de la Democracia y el peligro de los Imperios Absolutistas, de esos que no emergen tanto de las monarquías, como de las repúblicas endebles y las democracias fachada.


“Los débiles pueden intentar esta tarea con tantas esperanzas como los fuertes. Sin embargo, así son a menudo los trabajos que mueven las ruedas del mundo. Las manos pequeñas hacen esos trabajos porque es menester haceros, mientras los ojos de los grandes se vuelven a otra parte.” Aquello que Tolkien planteó en “El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo” (1954), hoy Colombia lo vive en carne propia; pues mientras el pseudo-presidente viajó a Cali en la madrugada del 10 de Mayo de 2.021, para luego escabullirse como un vulgar asaltante y volver dos días después, como si no hubiera pasado nada; son las manos de aquellos que luchan diariamente por sobrevivir en un gobierno indolente, las que en este momento se han levantado para reclamar por sus derechos; son ellos quienes resisten más allá de las provocaciones de infiltrados y de las balas criminales de aquellos cobardes que, a bordo de camionetas de alta gama, disparan a los improvisados puntos de atención médica de ciudades como Cali.

¿Qué puede hacer, entonces, un soñador ante la barbarie de la realidad? ¿Qué podemos hacer, colombianos, ante las circunstancias? Resistir, continuar soñando con el paraíso, aún si ya es imposible alcanzarlo. Y hay muchas maneras en que podemos hacerlo. Si ustedes, compatriotas colombianos, manifiestan su inconformidad con el repique de la cacerola; si compartieron videos de K-Pop para inundar y bloquear los comentarios mal intencionados; si avanzan danzando, más que marchando, al son de la música, como en un carnaval; si detienen al vándalo y lo obligan a devolver lo que ha saqueado; si ayudan al herido, aún si este levantó su garrote en contra de ustedes; si utilizan el celular para filmar el atropello de los poderosos; si apagan la voz vacía de los medios hegemónicos y escuchan al ciudadano que graba en vivo la masacre; si a pesar de que el mundo se encuentre de cabeza, insisten en sembrar sus huertos, en cultivar sus sueños, en tocar sus canciones; si ustedes, poetas, se arriesgan en estos tiempos convulsos a escribir versos y lanzarlos al viento, para brindar aliento al ciudadano que en la calle lucha por una Colombia mejor… entonces, compatriotas, parafraseando a John Connor: “Ustedes son la Resistencia.”

Juan David Bastidas Pantoja.


John Connor “Terminator 4. La Salvación” (2009)

(Todas las imágenes usadas en esta presentación fueron tomadas de Internet y su uso se hace con fines didácticos y de entretenimiento.)

miércoles, 5 de mayo de 2021

¡FUERZA COLOMBIA!

Cuando era niño y escuché esa canción por primera vez, sentí angustia tan solo de imaginar vivir en las calles que menciona el cantante. ¡Qué ingenuos podemos ser siendo niños! La vida me demostró, al final, que esas calles son las que transitamos todos los colombianos y que el peligro nos acecha constantemente, tan solo por ser auténticos, pensar y sentir. Los años han pasado y, a pesar de todo, esta canción sigue describiendo nuestra realidad; ojalá todos los sacrificios y luchas nos permitan lograr un cambio social digno del valor, el dolor y la resistencia que se evidencia en las marchas y la protestas.

Juan David Bastidas Pantoja

#Colombiaalertaroja #humanrightswhithoutfrontiers #UribeDioLaOrden #duqueparelamasacre #DuqueRenuncie #physiciansforhumanrights #comisioninteramericanadederechoshumanos #ParoNacional #soscolombia #EuropeanCourtofHumanRights

lunes, 3 de mayo de 2021

LEER ES RESISTIR

El pasado Día del Libro y del Idioma, tuve la oportunidad de participar en la celebración organizada por SENA Nariño, para conmemorar además, el Día de la Tierra. Entretejiendo la magia de la naturaleza y de la literatura, se realizó una pequeña presentación y un concurso en el que se rifó un ejemplar de "La Tierra de las Cordilleras. El Jaguar Dorado". El señor Luis Bastidas resultó ganador y en este momento se encuentra descubriendo la magia de la primera saga de Fantasía Épica escrita al sur de Colombia.


Si deseas conocer esta maravillosa historia, no dejes de contactarnos a través de nuestras redes sociales oficiales:

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sábado, 1 de mayo de 2021

SOBRE LA ESTATUA DE ANTONIO NARIÑO EN PASTO

La historia de la campaña libertadora en el Sur de Colombia resulta un tema delicado, en especial porque implica una gran mácula en aquella gesta que pretendía alcanzar la libertad de la América Hispana. La sombra de la “Navidad Negra” extiende sus alas desde 1822 sobre mi ciudad, tal vez clamando por que, algún día, Colombia reconozca el terrible crimen de aquella noche, cuando los batallones Rifles, Vargas, Bogotá y Milicias de Quito, entre otros, desataron su barbarie sobre la ciudad de Pasto.

El problema de las heridas que no sanan, que quedan abiertas sin que nadie se preocupe por restañar la sangre, es que muchas veces estas heridas crecen por sí solas y, en conjunto con las nuevas heridas que se acumulan a través de la historia, además de la ignorancia y el desconocimiento general en el que muchas veces las generaciones se encuentran inmersas, (acostumbradas como están, hoy en día, a la inmediatez de la virtualidad), terminan ejerciendo juicios absurdos en contra de las personas equivocadas. Las heridas se extienden y la sangre que brota termina salpicando, en las mentes enardecidas, a las personas y a los recuerdos equivocados.

No es lo mismo derribar la estatua de Sebastián de Belalcázar, a derribar la estatua de Antonio Nariño. El monumento del conquistador, a la larga, no es más que la representación idealizada de un genocidio a nivel continental, de la extinción de cientos de pueblos y culturas, que nos invitan, desde el pasado remoto, a tratar de ver la historia desde nuevas perspectivas, ya que, como afirmó Oscar Wilde: “El único deber que tenemos con la historia, es el de escribirla de nuevo”.

 Antonio Nariño, contrario a Belalcázar, no vino a América desde el viejo mundo a buscar fortuna; el precursor sacrificó su vida, su fortuna, el sustento mismo de su familia, en pos de un sueño que aún en el día de hoy resulta lejano: la libertad de aquella América Mestiza en la que había nacido. Tampoco es justo equiparar su figura y sus acciones en Pasto, con las de Bolívar o Boves. Nariño, ese “gran vencido” como afirma Sergio Elías Ortiz en su obra “Agustín Agualongo y su Tiempo” (1974), logró en su momento demostrar, con su verbo y sus ideas, la grandeza de su espíritu, llegando a ganar la admiración del pueblo pastuso que, pocos instantes atrás, clamaba por su cabeza.

 Si bien fue la lucha contra España la razón por la que Nariño llegó a Pasto, el Precursor fue un adversario honorable, un caballero digno ya que si bien luchó contra los habitantes que le plantaron cara en franca lid, no fue cruel con los habitantes de Pasto, como posteriormente fueron el General Salom o Cruz Paredes; tampoco fue un cobarde como Benito Boves, quien luego de alebrestar los ánimos de la ciudad y romper la capitulación con la que Basilio García y el ayuntamiento de Pasto acordaban la paz con Bolívar, escapó pese a que las milicias de la ciudad continuaban luchando con uñas y dientes, huyendo hacia el Putumayo, en palabras de Ortiz: “a uña de buen caballo”, abandonando a Agualongo y a la ciudad a su suerte, “en el momento supremo de vender cara la vida.” Nariño, solo, hambriento, desarmado y encadenado, se enfrentó a toda la ciudad sin más aliados que sus sueños y su sabiduría. No salió corriendo como Boves, a quien Ortiz describe como: “Un personaje que iba a ser fatal para la ciudad”. El Precursor tuvo el valor de defender sus ideales con las manos desnudas.

 Es aquí cuando debemos recordar las palabras de Lewis Wallace en “Ben-Hur” cuando afirma: “Cuando anhelamos justicia para nosotros mismos, jamás es prudente ser injustos con los demás. Al negar valor en el enemigo al cual hemos derrotado, rebajamos nuestra victoria. Si el enemigo ha sido lo bastante fuerte para mantenernos a distancia y mucho más si lo ha sido para vencernos…, nuestra propia estimación nos obliga a buscar otras explicaciones a nuestras desgracias que la de acusarle de poseer cualidades inferiores a las nuestras propias.”

 Ése es el problema con las heridas abiertas y el desconocimiento de lo importante en pro de luchar por lo urgente; pues, una vez se han fusionado, terminan extendiendo un manto de odio sobre todo aquello que se le parece remotamente. Ése es el problema de la humanidad cuando renuncia a la individualidad y se deja unificar en una masa furiosa. Ése es el problema de querer replicar acciones sin sopesar las razones que las respaldan. De otro modo, reflexionen en la soledad de sus almas: ¿Cómo esperan que la policía, iracunda y protegida por los poderes estatales, respete los derechos humanos de los manifestantes que reclaman con justicia por su integridad vulnerada, si es, precisamente, la efigie del precursor que tradujo los Derechos del Hombre y del Ciudadano en 1793, la que acaba de ser derribada?

Las manifestaciones en contra de la cruel reforma tributaria con la que este gobierno endeble pretende subyugarnos, por medio de su democracia fachada, son más que justas y necesarias. El clamor popular de todos los colombianos es, tal vez, la única manera de enfrentar las decisiones absurdas de una élite gobernante inepta y amparada en la ley del garrote y el calabozo. Y es precisamente debido a lo anterior que derribar la efigie de Nariño,  tal vez por la simple razón de no quedarnos atrás y emular las acciones que tuvieron lugar en Cali, no es más que una triste mácula en la justa y verdadera lucha de los colombianos y, específicamente, de los pastusos, por evitar que el mal gobierno de Duque nos arrebate el sustento. De ahí la importancia de que, en adelante, los manifestantes eviten que sus acciones puedan ser empleadas por los poderosos para justificar sus arbitrariedades ya que, como afirma Liliana Bodoc en “Los Días del Venado” (2000): “Pobres de nosotros si olvidamos que somos un telar y que, no importa dónde se corte el hilo, de allí Misáianes (el Odio Eterno) comenzará a tirar hasta deshacer el paisaje.”

 Juan David Bastidas Pantoja.






Fotos tomadas del libro "Agustín Agualongo y su Tiempo" del autor nariñense Sergio Elías Ortiz.