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"Luego de dos siglos de paz, la sombra de una amenaza antigua vuelve a acechar a los Reinos Hermanos. En Ormuz, el Reino de los Hombres, un viejo mago recibe una inusual advertencia; en Alvaheim, el Bosque de los Elfos, extraños sucesos, demasiados para ser simples coincidencias, parecen corroborar los temores del anciano. En el norte desconocido, una fortaleza se levanta en secreto, y un antiguo símbolo de odio se enarbola desde lo alto de sus atalayas, levantadas con hierro, piedra y huesos. Hombres, Elfos, Enanos y Centauros deberán mantener vivas las Alianzas, que hermanan a sus naciones, para enfrentar la amenaza que se cierne desde el norte. La esperanza radica en la sabiduría recopilada en un antiguo libro desconocido y en los poderes de una extraña criatura de leyenda: el Jaguar Dorado. ¿Dónde se oculta esta criatura? ¿Cuál es su auténtica naturaleza? Un joven aprendiz de la Corte de Magos de Ormuz, puede ser la clave para desvelar este misterio místico, que marcará para siempre el futuro de cada pueblo y estirpe a lo largo y ancho de la Tierra de las Cordilleras..."

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Como adquirir "La Tierra de las Cordilleras"

jueves, 3 de marzo de 2016



LIBRO VS TABLET

Para alguien que concibe los libros como algo más que un simple pasatiempo, resulta muchas veces molesto que, aquellos que no gustan de la lectura, se acerquen enarbolando sus nuevos teléfonos “inteligentes” o sus tablets, y aseguren con tono profético, que los libros están condenados a desaparecer, puesto que en la actualidad existen dispositivos que permiten tener cientos de obras reunidas en una simple memoria de datos; lo cual, supuestamente, resulta mucho más práctico, puesto que el espacio que “ocupan” los libros en una biblioteca, puede “ocuparse”, para algo diferente aunque, muy probablemente, resulte mucho menos valioso.
Sin embargo, para aquellos que no contemplamos un libro como un simple manojo de hojas de papel, ya que aprendimos a verlos como algo que va más allá de una imposición académica para obtener una calificación, existe toda una serie de razones por las que preferimos los libros, a una máquina que reproduce palabras. Muchos afirman que una tablet resulta supremamente práctica para muchas situaciones académicas, puesto que resulta más sencillo descargar un documento, que sacar miles de fotocopias; o tal vez es más fácil tomar una fotografía del cuaderno de un compañero, para estudiar sus apuntes, que tener que transcribir con nuestro puño y letra, las temáticas de la clase a la que no fue posible asistir. Así mismo, cuando es necesario traducir un documento de otro idioma, es mucho más práctico y rápido contar con diccionarios y traductores virtuales, que tener que cargar con toda una colección de diccionarios en el maletín, para obtener una leve idea de lo que el autor quiso decir, en su propio idioma. Todo esto puede ser cierto pero, hablando con honestidad, éstas son simples añadiduras y funciones secundarias de éste tipo de elementos tecnológicos, y no pasan de ser simples argumentos, empleados por sus propietarios, para justificar las verdaderas razones por las que adquieren una tablet o un smartphone.
La verdad es que, la misma razón por la que todo el mundo porta un celular, ha llevado a que muchos decidan adquirir una tablet, y no es porque les agrade la lectura o sean, realmente, lectores consumados, sino, simple y llanamente porque la tablet está de moda. Por alguna extraña razón, pese a los grandes logros de la tecnología, o tal vez precisamente por estos logros, los seres humanos, en palabras de Emilie Hernry Gaubreay: “Hemos construido un sistema que nos persuade a gastar dinero que no tenemos, en cosas que no necesitamos, para crear impresiones que no durarán, en personas que no nos importan”. A la hora de la verdad, una persona que compra una tablet, terminará empleando su instrumento tecnológico para lucir toda una serie de aplicaciones y juegos, o para descargar llamativos sonidos y emoticones, o para evitar perderse hasta el más mínimo detalle, de la vida privada de las personas que conoce, en lo que el presentador y comediante estadounidense Bill Maher denomina, “una era sin privacidad”. En el mejor de los casos, y siendo absurdamente optimista, el propietario terminará relegando al último plano, como la última prioridad, la posibilidad de leer un libro en su tablet.
La tablet no pasa de ser una moda y, con el auge de las tecnologías, tal como ha pasado con los celulares, aquellas que hoy se consideran la última y más avanzada de las herramientas, en menos tiempo del que puede esperarse, terminarán convirtiéndose en algo totalmente obsoleto. ¿Increíble?, ¡por supuesto que no! De ésta manera la tecnología ingresa, como muchas otras modas, en el incesante círculo vicioso tan común en la era moderna, que se basa en la absurda lógica de consumir y desechar: En un principio se persuade a la gente a comprar desproporcionadamente algo, para en poco tiempo, volver a usar los mismos elementos de persuasión, y convencer a las masas de que, aquello que han obtenido resulta “obsoleto”, “anticuado” o “lento”, y debe ser “cambiado” de inmediato por algo que, en ese instante, resulta una muestra de la avanzada tecnología humana y que, además, se encuentra en oferta por muy pocos días.
Si bien no es lo mismo crear Literatura, que vender libros; leer por convicción, a leer por obligación; tampoco es igual obtener una tablet para emplearla en la inmediatez de las aulas académicas y acercarse superficialmente a un texto, que profundizar en la literatura con auténtica convicción, para experimentarla como un aspecto realmente fundamental en la vida de un ser humano. Quien adquiere un libro, a excepción, claro está, de quienes compran libros porque lo demanda un docente o una materia del pensum, no lo hacen por moda, ni por “evitar quedarse atrás”, con respecto al resto de sus allegados. Una persona para quien leer no es un simple pasatiempo, sino que se trata de una experiencia que va más allá de la posibilidad de “mantenerse ocupado” en los ratos de ocio; muy seguramente, al adquirir un libro, no lo hace únicamente porque el libro o su autor estén de moda, sino porque hay algo del pensamiento plasmado por el escritor en su obra, que de alguna manera resuena y encuentra eco en la forma de ser, en la perspectiva de vida, en los sueños inconclusos, en los anhelos sin cumplir y en la voluntad del lector. Existe, por ende, una identificación, entre lo que le autor escribe y lo que el lector descubre, tanto del escritor como de sí mismo.
Existen, además toda una serie de características “prácticas”, que le brindan al libro ventajas adicionales, sobre las nuevas tecnologías: El libro no se desconfigura en el momento menos oportuno, tampoco requiere de antivirus y, aunque puede necesitar encuadernarse, no es necesario llevarlo a cada instante a ser chequeado, para estar seguro de que no hay “archivos ocultos”, que puedan desencadenar consecuencias desastrosas. El libro no necesita clave, ni tampoco energía eléctrica, por lo que si un día se va la luz, basta con un sitio bien iluminado por el sol, para poder leer en paz. Al libro no se le pierde la señal, por alejarse un poco del modem, indistintamente de si hay luz en la casa o no. Las muertes por hurtos a celulares o tablets, tristemente son comunes en la actualidad; en cambio, nadie tratará de apuñalar a otra persona, para robarle el libro que llevó a un parque, para leer bajo la sombra de un árbol.
Para acceder al contenido de un libro, no es necesario encenderlo, poner la clave, esperar a que el sistema cargue, buscar la carpeta donde se guardan los libros, abrir aquel que estamos leyendo y, justificar que es más rápido, solo porque con oprimir las teclas “Cntrl” y “B”, podemos encontrar la página que necesitamos, aunque esto no evite que, diez minutos después, la batería, que acabamos de cargar, se encuentre de nuevo en ceros y debemos conectarlo al tomacorriente más cercano. Al libro basta con abrirlo en el punto en el que dejamos el señalador, para continuar leyendo.
Finalmente, mientras un programa puede caducar, el libro no se descontinúa, ni sus contenidos quedan obsoletos, al quedar obsoleto el programa capaz de reproducirlo. La habilidad humana de leer un escrito, al contrario de un programa virtual, no caduca para ser reemplazado por otro que, más temprano que tarde, tendrá el mismo destino; la habilidad humana para leer y escribir, tal y como los seres humanos mismos, son facultades que evolucionan y que, orientados correctamente, pueden alcanzar un alto nivel de trascendencia.
La sencillez es la gran ventaja que tiene el libro, en oposición a las frías y deslumbrantes máquinas que reproducen palabras.


Juan David Bastidas Pantoja.

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