EL SEÑOR DE LOS ANILLOS
DUALIDADES
(Segunda Parte)
El sabio mentor, el
valiente y viejo compañero de viaje, el más poderoso de todos los personajes
que luchan junto a los protagonistas; este es, tal vez, uno de los aspectos
típicos y constantes de las historias, relatos y leyendas épicas. Generalmente,
es con ese personaje en especial con quien puede contemplarse claramente la
dualidad “Bien y Mal” o “Luz y Oscuridad”, ya que en la historia, este sabio
mentor siempre tiene un Némesis, casi igual de poderoso que él, a quien debe
enfrentar y derrotar.
El mago Gandalf, es
una figura de la literatura fantástica que se compone de muchas leyendas,
personajes, mitos y relatos que se remontan a la mitología nórdica. Según los
pueblos escandinavos como los daneses, los jutos, los anglos y los sajones, el
rey guerrero Odín, padre de los dioses, podía adquirir formas muy variadas,
como serpiente o águila, para recorrer de incógnito el Midgard, o la Tierra Media, donde
habitaban los humanos. Sin embargo, el disfraz con el que generalmente se lo
representaba, era con la forma de un anciano tuerto, de larga y abundante barba,
cabello blanco, que caminaba envuelto en una túnica, llevando un sombrero de
ala ancha y apoyándose en una larga lanza que empleaba como bastón. Esta
descripción, posteriormente se empleó para referirse a los magos y hechiceros
de los cuentos y leyendas posteriores. El típico mago de estas historias viste
del mismo modo que Odín, solamente que no se encuentra tuerto y emplea un
báculo o cayado en lugar de una lanza para caminar; por esta razón, no es
difícil adjudicarle al mago Gandalf un origen nórdico. Otro aspecto en común
entre Odín y Gandalf es que ambos montaban en los caballos que se consideraban
los más rápidos de sus tierras: Odín poseía muchos tesoros, uno de ellos era
Sleipnir, el caballo más rápido de la mitología nórdica, que tenía ocho patas;
Gandalf montaba en Sombragrís, un Meara, el príncipe de todos los caballos y el
más rápido de toda la Tierra Media. Se decía de los Mearas que podían
comprender el idioma de los humanos y que no necesitaban riendas o frenos, pues
con solo pedirles el favor, ellos llevarían a sus jinetes al lugar que necesitaran;
estos caballos poseían tales habilidades debido a que descendían de un mágico
corcel dotado de alas en las patas que había servido de montura a Oromë, el
Gran Cazador de los Valar, es decir, una casta de poderosos espíritus hijos de
Ilúvatar, el Dios Único, Creador de la Tierra Media.
Incluso, en las
leyendas de la tribu Chibcha, puede encontrarse a la figura del mago encarnada
en el sabio Bochica, un misterioso anciano de túnica y cayado, de piel clara y
con barba y cabellos blancos; les enseñó a los Chibchas a tejer, a cultivar y
los ayudó en la desgracia cuándo Huitaka, un espíritu maligno, los alejó del
buen camino. Cuenta la leyenda que los Chibchas imploraron su ayuda para que
les solucionara el problema de las inundaciones de la sabana de Bogotá,
provocadas por el dios creador Chiminichagua, Bochica se compadeció de ellos y,
golpeando unas rocas con su cayado (algunos dicen que tenía un cetro de oro)
canalizó las aguas y formó el salto de Tequendama, luego, desapareció por entre
el arco iris. Lo curioso de la leyenda, es que los Chibchas hayan hablado de un
anciano barbado de piel blanca siglos antes de la llegada de los conquistadores
españoles.
El famoso mago
Merlín, de las leyendas artúricas puede, al igual que Odín, contemplarse como
una de las fuentes de inspiración de Tolkien a la hora de crear a Gandalf.
Entre estos dos personajes hay un alto grado de similitud, no solo en el
aspecto físico, sino en sus acciones y en su forma de ser. Ambos tienen un
misterioso origen, pocos saben de dónde vienen, a que vienen o hacia dónde van;
el misterio en el que se encuentran envueltos, así como el poder que poseen,
hacen de ellos personajes atrayentes y fantásticos. Merlín y Gandalf son dos
seres “sobrenaturales”, ya que no son humanos ni tampoco elfos, como piensan de
Gandalf algunos personajes de “El Señor de los Anillos”.
Gandalf es,
realmente, un Istari, una especie de ángel que toma la forma de un hombre viejo
y vigoroso y que es enviado a la Tierra Media para ayudarle a las criaturas que en
ella habitan a combatir a Sauron y a pelear por su derecho a vivir en libertad.
Los Istari obedecen a los Valar, quienes les han encomendado defender la vida y
la creación de Ilúvatar. El origen sobrenatural de Merlín es un poco más
“oscuro” que el de Gandalf. Cuentan las leyendas que un día, el Gran Demonio se
reunió con todos sus súbditos, para idear un plan para derrotar a Dios. Se
sentía frustrado porque, al enviar a su Hijo, Dios había salvado a la humanidad
y había derrotado a las sombras. Un Íncubo le sugirió al Demonio que enviara a
uno de sus hijos a la tierra para que condenara a la humanidad; de seste modo,
emulando al plan de Dios, podía implantar su semilla en el mundo para
destruirlo.
El Demonio le
encargó el trabajo al Íncubo, quien sedujo a una hermosa y joven novicia. Los
Íncubos y los Súcubos son demonios que atacan sexualmente a las mujeres y a los
hombres respectivamente y lo hacen, generalmente, mientras sus víctimas
duermen. La novicia quedó desconcertada al enterarse de su embarazo y de lo
rápido que el niño se gestaba en su vientre; el sabio Blas (San Blas), reconoció la obra del diablo en estos hechos,
así que, en cuanto nació el niño, lo bautizó. El bautizo y la bondad de la madre
neutralizaron el poder demoníaco del Íncubo; el pequeño Merlín conservó grandes
poderes, pero los empleó para el bien como, por ejemplo, para educar al joven
Arturo y entregarle su legítimo trono. Merlín y Gandalf aparecen en los peores
momentos, cuándo Arturo y Aragorn los necesitan con mayor urgencia para que los
aconsejen con su sabiduría.
Una vez terminada su
misión, Gandalf regresa con los Valar tras despedirse de sus amigos. Merlín, en
cambio, es apresado por Viviana, la
Dama del Lago, en una caverna, donde espera, pacientemente,
hasta que su pupilo, Arturo, despierte de su profundo sueño para poder
acompañarlo y aconsejarlo como en la antigüedad. El mago de las historias
épicas tiene casi siempre una contrapartida oscura. Entre los Istari, se
encuentra Saruman, otro poderoso mago que, en cuanto Sauron empieza a demostrar
signos de gran poder, decide servirlo y obedecer sus órdenes sin discutir, en
lugar de ayudar a la
Tierra Media a combatirlo. Gandalf y Saruman encarnan la
dualidad que se vivencia en toda la trama de “El Señor de los Anillos”: La
eterna lucha entre el Bien y el Mal, la
Luz y la
Oscuridad, lo que es correcto y lo que es fácil. Al final,
Gandalf derrota a Saruman, quien pierde todos sus poderes y encuentra la muerte
cuándo trata de recuperarlos.
En este punto,
concretamente, parece prudente empezar a tratar la dualidad. La lucha entre
Saruman y Gandalf es solo una manera, entre muchas, por medio de las cuales la
dualidad se manifiesta en toda la obra de Tolkien. El bien y el mal tienen su
manifestación más evidente en dos de las razas que pueblan la Tierra Media: Los
Elfos y los Orcos...
(La próxima semana, la tercera parte del artículo)
(La próxima semana, la tercera parte del artículo)
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