EL SEÑOR DE LOS ANILLOS
DUALIDADES
(Cuarta Parte)
El anillo único tiene voluntad propia, pues en él, Sauron vertió todo su
poder, su odio y sus fuerzas; en el vertió, en resumidas cuentas, su alma.
Máximo Morales, en su libro “El Mágico
Mundo de los Magos” afirma que “Algunos creen que los anillos evitan que el
alma se escape del cuerpo, sirviendo en este caso, como un grillete para el
espíritu.” Cuándo la alianza de elfos y hombres se enfrentó en batalla a
las fuerzas del señor oscuro por primera vez, Isildur, hijo del rey Elendil y
ancestro de Aragorn, derrotó a Sauron al cortarle la mano en la que llevaba el
anillo, con la espada rota de su padre muerto. Despojado de su alma, Sauron fue
vencido, pero no derrotado por completo, pues el único modo de lograrlo era
destruyendo el anillo y, con él, el alma de Sauron. Isildur pudo haber
destruido el anillo de una vez por todas, pero prefirió guardarlo como una
reliquia de su casa, en compensación por la muerte de su padre y de su hermano
Anarion, quien también había perdido la vida en la batalla contra Sauron. El
anillo fue lo que, finalmente, terminó con la vida de Isildur. Tres mil años después, Aragorn, descendiente
directo de Isildur, no quería asumir su responsabilidad como heredero legítimo
al trono de Gondor pues pensaba que, por el hecho de tener la sangre de Isildur
corriendo por sus venas, tenía, también, su débil fuerza de voluntad.
En estos dos personajes puede encontrarse la dualidad simbolizada de formas diferentes y, a la vez, complementarias. Tanto Isildur como Aragorn se enfrentan al anillo de poder y tienen la opción de destruirlo o de conservarlo para permitirle a Sauron una nueva oportunidad para asolar la Tierra Media con su odio; ambos son los herederos del mismo reino aunque sus tiempos no sean los mismos; ambos son, incluso, miembros de una misma casa real; sin embargo, son las decisiones que toman en cuanto al destino del anillo lo que los hace diferentes. Mientras Isildur no soporta la tentación del anillo y sucumbe a su poder, Aragorn es capaz de enfrentarlo y derrotarlo, de elegir la opción que es correcta para todos, y no aquella que él cree, ingenuamente, que es mejor para sí mismo. Cuándo Aragorn se encuentra cara a cara con Sauron y con el anillo, es capaz de reunir la suficiente fuerza de voluntad para empuñar su espada y retar a Sauron, en lugar de arrodillarse ante él y jurarle lealtad. Isildur y Aragorn encarnan la dualidad de la naturaleza humana, no como dos polos opuestos o como fuerzas contradictorias, sino como las caras de una misma moneda que no pueden existir la una sin la otra. Si Isildur no se hubiese doblegado al poder del anillo, Aragorn no hubiese podido reunir la suficiente fuerza de voluntad para resistir a su poder. Aragorn aprendió del error de su ancestro para no volverlo a cometer. Como dice la escritora J. K. Rowling en su libro “Harry Potter y la Cámara Secreta”: “Son nuestras elecciones, las que muestran lo que somos, mucho más que nuestras habilidades."
El aspecto más fantástico de “El Señor de los Anillos”, es la manera como refleja la naturaleza humana en la mayoría de sus aspectos, tanto positivos como negativos. En todos los personajes de la historia, sin importar si son hombres, elfos, orcos o magos, se encuentra representada una característica propia del género humano. El mismo Sauron, a pesar de su naturaleza maligna, no es otra cosa que un reflejo de lo que los seres humanos somos o podemos llegar a ser en el peor de los casos. Algunos emparentaban la figura de Sauron con la de Hitler, y la guerra contra la Alemania Nazi como una versión moderna de la Guerra del Anillo. Hitler, había basado su delirio de la “raza pura” en muchos aspectos de la mitología nórdica que Tolkien también había empleado para crear su obra, por esta razón, Tolkien se refería a Adolf Hitler como un “cabal ignorante”, que “…arruina, pervierte, aplica erróneamente ese noble espíritu nórdico transformándolo en algo para siempre maldito”.
En el prólogo de la película de Peter Jackson “El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo”, se narra la historia de cómo Sauron establece alianzas con los reyes de los elfos, enanos y hombres a través de los anillos que forja con ayuda de herreros elfos. Tres anillos fueron entregados a los elfos, siete a los enanos y “Nueve anillos fueron entregados a los hombres mortales, que más que otra cosa desean poder”. En la historia, los nueve reyes mortales que reciben el obsequio de Sauron, debido a su codicia y a su irrefrenable búsqueda de poder, son corrompidos por el poder de los anillos que portan hasta el punto de convertirse en los Nazgûl, entes espectrales, que vagan por el mundo sin estar vivos o muertos, cuyo único objetivo es complacer al Señor del Anillo en todo cuanto les ordene, estos seres se sentían atraídos por el anillo y lo sentían de un modo parecido a como Carlomagno se sentía atraído por la persona o lugar donde se encontrara el Anillo de la Serpiente. La codicia es una de las mayores debilidades de la raza humana, en muchas leyendas y relatos como el poema épico “Beowulf”, el más importante texto medieval de la lengua inglesa, se describe a los dragones como seres codiciosos, que sienten por el oro, las riquezas y el poder, una atracción mucho más fuerte que la que podemos llegar a tener los humanos; los dragones encarnan, desde esta perspectiva bastante alegórica, todos aquellos aspectos negativos de la naturaleza humana. Tolkien había leído esta obra medieval y afirmaba que: “La aventura épica de Beowulf fue como un abono en mi mente para El Señor de los Anillos”, de ahí tomó muchas ideas para su propia obra, como la lucha contra el Dragón Smaug, en “El Hobbit”. La fragilidad de nuestra voluntad muchas veces se fundamenta en ese irresistible deseo de los seres humanos por elegir y empeñarnos en conseguir lo que muchas veces resulta ser perjudicial para nosotros mismos, ya sea porque es demasiado grande como para que podamos manejarlo o, sencillamente, porque no estamos preparados ni contamos con las condiciones necesarias para enfrentarlo, tal y como le sucede a los nueve reyes humanos que terminan por sucumbir ante el poder de sus propios anillos.
Frodo, es de cierto modo, el personaje en el cual puede contemplarse con mayor claridad la eterna lucha del bien contra el mal en el interior del corazón humano. En la historia, Frodo lucha con todas sus fuerzas en un intento por resistir a la agobiante carga que implica la responsabilidad de llevar el anillo hasta el volcán donde fue forjado, para destruirlo. En el último libro de la saga, “El Señor de los Anillos. El Retorno del Rey”, a medida que el anillo se acerca a Mordor, su tierra natal, empieza a volverse más pesado. Frodo lo lleva colgado al cuello con una pequeña cadena; a cada paso que da para ascender por las faldas del volcán en compañía de su amigo Sam, el anillo empieza a volverse tan pesado, que el hobbit se ve obligado a caminar apoyándose en brazos y piernas para poder sostener su peso. Esto nos muestra, de una manera alegórica, lo difícil que es conservar la suficiente fuerza de voluntad como para terminar correctamente una empresa tan ardua y peligrosa. Finalmente, luego de afrontar cientos de desafíos y vicisitudes, Frodo y Sam consiguen llegar hasta los fuegos mismos del volcán donde el anillo fue forjado. Estando a un paso de completar la misión, la voluntad de Frodo sucumbe, finalmente, al enorme poder del anillo.
Es en este punto donde entra a jugar un papel relevante uno de los personajes más “extraños” de la historia. Frodo y Sam no llegaron solos hasta el volcán Orodruin, también llamado Monte del Destino, sino que contaron con la ayuda de una criatura de aspecto enfermizo y mente trastornada; un hobbit corrompido y obsesionado con el anillo llamado Smeagol. Para poder apoderarse del anillo, Smeagol trata de matar a Frodo, pero su intento fracasa. Frodo tiene la oportunidad de matarlo, al igual que Bilbo en su momento, pero prefiere dejarlo vivir, aún sabiendo que puede traicionarlo de nuevo. Cuándo Frodo cae ante el poder del anillo, Smeagol aparece nuevamente, para traicionar a Frodo una vez más; surge de las sombras, otra vez, para pelear por el anillo. De un fuerte mordisco, arranca el dedo de Frodo en el cual el hobbit se había colocado el anillo. Luego, en medio de su desbordada alegría por tener en sus manos una vez más al objeto de su obsesión, Smeagol tropieza y cae en el cráter del volcán donde muere calcinado junto al anillo, que encuentra, de una vez por todas, el final de sus días.
Frodo no logra vencer al anillo, sus fuerzas no son suficientes para lograrlo; aún así, el anillo fue destruido y Sauron es derrotado por completo. Aragorn y Gandalf se encuentran en medio de una batalla en la cual se hallan en clara desventaja numérica, pues el reducido ejército de los pueblos libres de la Tierra Media no puede derrotar al vasto ejército de Sauron. Aún así, Sauron es derrotado, su ejército exterminado, su imperio destruido, su triunfo arrebatado, dejándo la enorme duda respecto al factor determinante con el cual se logra la derrota de Sauron. David Day, en su libro “El Anillo de Tolkien”, nos explica este factor de la siguiente manera:
“En el hobbit Frodo, Tolkien descubrió a un hombre común del siglo XX que atrae y seguirá atrayendo a las gentes de cualquier época y lugar. En El Señor de los Anillos el hobbit nos enseña que «intentar conquistar a Sauron con el Anillo» ya no es el objetivo de la misión. Al final, es el corazón humano, no la sabiduría de la mente ni la fuerza del cuerpo, lo que salva al mundo. La sencilla capacidad humana para la misericordia es en última estancia lo que permite que el mal sea vencido.”
En estos dos personajes puede encontrarse la dualidad simbolizada de formas diferentes y, a la vez, complementarias. Tanto Isildur como Aragorn se enfrentan al anillo de poder y tienen la opción de destruirlo o de conservarlo para permitirle a Sauron una nueva oportunidad para asolar la Tierra Media con su odio; ambos son los herederos del mismo reino aunque sus tiempos no sean los mismos; ambos son, incluso, miembros de una misma casa real; sin embargo, son las decisiones que toman en cuanto al destino del anillo lo que los hace diferentes. Mientras Isildur no soporta la tentación del anillo y sucumbe a su poder, Aragorn es capaz de enfrentarlo y derrotarlo, de elegir la opción que es correcta para todos, y no aquella que él cree, ingenuamente, que es mejor para sí mismo. Cuándo Aragorn se encuentra cara a cara con Sauron y con el anillo, es capaz de reunir la suficiente fuerza de voluntad para empuñar su espada y retar a Sauron, en lugar de arrodillarse ante él y jurarle lealtad. Isildur y Aragorn encarnan la dualidad de la naturaleza humana, no como dos polos opuestos o como fuerzas contradictorias, sino como las caras de una misma moneda que no pueden existir la una sin la otra. Si Isildur no se hubiese doblegado al poder del anillo, Aragorn no hubiese podido reunir la suficiente fuerza de voluntad para resistir a su poder. Aragorn aprendió del error de su ancestro para no volverlo a cometer. Como dice la escritora J. K. Rowling en su libro “Harry Potter y la Cámara Secreta”: “Son nuestras elecciones, las que muestran lo que somos, mucho más que nuestras habilidades."
El aspecto más fantástico de “El Señor de los Anillos”, es la manera como refleja la naturaleza humana en la mayoría de sus aspectos, tanto positivos como negativos. En todos los personajes de la historia, sin importar si son hombres, elfos, orcos o magos, se encuentra representada una característica propia del género humano. El mismo Sauron, a pesar de su naturaleza maligna, no es otra cosa que un reflejo de lo que los seres humanos somos o podemos llegar a ser en el peor de los casos. Algunos emparentaban la figura de Sauron con la de Hitler, y la guerra contra la Alemania Nazi como una versión moderna de la Guerra del Anillo. Hitler, había basado su delirio de la “raza pura” en muchos aspectos de la mitología nórdica que Tolkien también había empleado para crear su obra, por esta razón, Tolkien se refería a Adolf Hitler como un “cabal ignorante”, que “…arruina, pervierte, aplica erróneamente ese noble espíritu nórdico transformándolo en algo para siempre maldito”.
En el prólogo de la película de Peter Jackson “El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo”, se narra la historia de cómo Sauron establece alianzas con los reyes de los elfos, enanos y hombres a través de los anillos que forja con ayuda de herreros elfos. Tres anillos fueron entregados a los elfos, siete a los enanos y “Nueve anillos fueron entregados a los hombres mortales, que más que otra cosa desean poder”. En la historia, los nueve reyes mortales que reciben el obsequio de Sauron, debido a su codicia y a su irrefrenable búsqueda de poder, son corrompidos por el poder de los anillos que portan hasta el punto de convertirse en los Nazgûl, entes espectrales, que vagan por el mundo sin estar vivos o muertos, cuyo único objetivo es complacer al Señor del Anillo en todo cuanto les ordene, estos seres se sentían atraídos por el anillo y lo sentían de un modo parecido a como Carlomagno se sentía atraído por la persona o lugar donde se encontrara el Anillo de la Serpiente. La codicia es una de las mayores debilidades de la raza humana, en muchas leyendas y relatos como el poema épico “Beowulf”, el más importante texto medieval de la lengua inglesa, se describe a los dragones como seres codiciosos, que sienten por el oro, las riquezas y el poder, una atracción mucho más fuerte que la que podemos llegar a tener los humanos; los dragones encarnan, desde esta perspectiva bastante alegórica, todos aquellos aspectos negativos de la naturaleza humana. Tolkien había leído esta obra medieval y afirmaba que: “La aventura épica de Beowulf fue como un abono en mi mente para El Señor de los Anillos”, de ahí tomó muchas ideas para su propia obra, como la lucha contra el Dragón Smaug, en “El Hobbit”. La fragilidad de nuestra voluntad muchas veces se fundamenta en ese irresistible deseo de los seres humanos por elegir y empeñarnos en conseguir lo que muchas veces resulta ser perjudicial para nosotros mismos, ya sea porque es demasiado grande como para que podamos manejarlo o, sencillamente, porque no estamos preparados ni contamos con las condiciones necesarias para enfrentarlo, tal y como le sucede a los nueve reyes humanos que terminan por sucumbir ante el poder de sus propios anillos.
Frodo, es de cierto modo, el personaje en el cual puede contemplarse con mayor claridad la eterna lucha del bien contra el mal en el interior del corazón humano. En la historia, Frodo lucha con todas sus fuerzas en un intento por resistir a la agobiante carga que implica la responsabilidad de llevar el anillo hasta el volcán donde fue forjado, para destruirlo. En el último libro de la saga, “El Señor de los Anillos. El Retorno del Rey”, a medida que el anillo se acerca a Mordor, su tierra natal, empieza a volverse más pesado. Frodo lo lleva colgado al cuello con una pequeña cadena; a cada paso que da para ascender por las faldas del volcán en compañía de su amigo Sam, el anillo empieza a volverse tan pesado, que el hobbit se ve obligado a caminar apoyándose en brazos y piernas para poder sostener su peso. Esto nos muestra, de una manera alegórica, lo difícil que es conservar la suficiente fuerza de voluntad como para terminar correctamente una empresa tan ardua y peligrosa. Finalmente, luego de afrontar cientos de desafíos y vicisitudes, Frodo y Sam consiguen llegar hasta los fuegos mismos del volcán donde el anillo fue forjado. Estando a un paso de completar la misión, la voluntad de Frodo sucumbe, finalmente, al enorme poder del anillo.
Es en este punto donde entra a jugar un papel relevante uno de los personajes más “extraños” de la historia. Frodo y Sam no llegaron solos hasta el volcán Orodruin, también llamado Monte del Destino, sino que contaron con la ayuda de una criatura de aspecto enfermizo y mente trastornada; un hobbit corrompido y obsesionado con el anillo llamado Smeagol. Para poder apoderarse del anillo, Smeagol trata de matar a Frodo, pero su intento fracasa. Frodo tiene la oportunidad de matarlo, al igual que Bilbo en su momento, pero prefiere dejarlo vivir, aún sabiendo que puede traicionarlo de nuevo. Cuándo Frodo cae ante el poder del anillo, Smeagol aparece nuevamente, para traicionar a Frodo una vez más; surge de las sombras, otra vez, para pelear por el anillo. De un fuerte mordisco, arranca el dedo de Frodo en el cual el hobbit se había colocado el anillo. Luego, en medio de su desbordada alegría por tener en sus manos una vez más al objeto de su obsesión, Smeagol tropieza y cae en el cráter del volcán donde muere calcinado junto al anillo, que encuentra, de una vez por todas, el final de sus días.
Frodo no logra vencer al anillo, sus fuerzas no son suficientes para lograrlo; aún así, el anillo fue destruido y Sauron es derrotado por completo. Aragorn y Gandalf se encuentran en medio de una batalla en la cual se hallan en clara desventaja numérica, pues el reducido ejército de los pueblos libres de la Tierra Media no puede derrotar al vasto ejército de Sauron. Aún así, Sauron es derrotado, su ejército exterminado, su imperio destruido, su triunfo arrebatado, dejándo la enorme duda respecto al factor determinante con el cual se logra la derrota de Sauron. David Day, en su libro “El Anillo de Tolkien”, nos explica este factor de la siguiente manera:
“En el hobbit Frodo, Tolkien descubrió a un hombre común del siglo XX que atrae y seguirá atrayendo a las gentes de cualquier época y lugar. En El Señor de los Anillos el hobbit nos enseña que «intentar conquistar a Sauron con el Anillo» ya no es el objetivo de la misión. Al final, es el corazón humano, no la sabiduría de la mente ni la fuerza del cuerpo, lo que salva al mundo. La sencilla capacidad humana para la misericordia es en última estancia lo que permite que el mal sea vencido.”
Juan David Bastidas Pantoja.
Bibliografía
Celis, Agustín. Ramírez, Alejandra. Bestiario. El Libro de los Seres que Nunca Existieron. Editorial LIBSA. Madrid, España. 2006.
Colbert, David. Los Mundos Mágicos de El Señor de los Anillos. Ediciones B Grupo Zeta. Barcelona, España. 2003.
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Tolkien, J. R. R. El Señor de los Anillos. Las Dos Torres. Minotauro. Barcelona, España. 2001.
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Colbert, David. Los Mundos Mágicos de El Señor de los Anillos. Ediciones B Grupo Zeta. Barcelona, España. 2003.
Day, David. El Anillo de Tolkien. Minotauro. Barcelona, España. 1999.
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Tolkien, J. R. R. El Señor de los Anillos. El Retorno del Rey. Minotauro. Barcelona, España. 2001.
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