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"Luego de dos siglos de paz, la sombra de una amenaza antigua vuelve a acechar a los Reinos Hermanos. En Ormuz, el Reino de los Hombres, un viejo mago recibe una inusual advertencia; en Alvaheim, el Bosque de los Elfos, extraños sucesos, demasiados para ser simples coincidencias, parecen corroborar los temores del anciano. En el norte desconocido, una fortaleza se levanta en secreto, y un antiguo símbolo de odio se enarbola desde lo alto de sus atalayas, levantadas con hierro, piedra y huesos. Hombres, Elfos, Enanos y Centauros deberán mantener vivas las Alianzas, que hermanan a sus naciones, para enfrentar la amenaza que se cierne desde el norte. La esperanza radica en la sabiduría recopilada en un antiguo libro desconocido y en los poderes de una extraña criatura de leyenda: el Jaguar Dorado. ¿Dónde se oculta esta criatura? ¿Cuál es su auténtica naturaleza? Un joven aprendiz de la Corte de Magos de Ormuz, puede ser la clave para desvelar este misterio místico, que marcará para siempre el futuro de cada pueblo y estirpe a lo largo y ancho de la Tierra de las Cordilleras..."

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jueves, 10 de marzo de 2016



EL SEÑOR DE LOS ANILLOS
DUALIDADES
(Tercera Parte) 

Se narra en “El Silmarillion” como Ilúvatar, una vez que los Valar prepararon y terminaron de formar al mundo, creó a los Elfos, los primeros nacidos, y les ofreció el mundo para que habitaran en él. Mientras tanto, Morgoth, el Vala renegado y primer Señor Oscuro, permanecía escondido en el norte de la tierra. En vista de que no podía crear vida de la nada, pues solo Ilúvatar tenía esa facultad, Morgoth acechó entre las sombras a los elfos y fue apresando a aquellos que erraban solos y desprevenidos. Los desdichados elfos que cayeron en las manos de Morgoth, fueron encerrados en oscuras mazmorras donde fueron torturados, mutilados y deformados por medio de las “malas artes” de Morgoth. Los prisioneros no volvieron a ver la luz del sol jamás. Estos elfos se convirtieron en Orcos, los enemigos acérrimos de los pueblos libres de la Tierra Media; en las entrañas de las montañas se multiplicaron alimentándose de carne putrefacta y aguas estancadas.

Al igual que los elfos, los orcos eran fieros guerreros, sin embargo, en todo lo demás, incluso en el aspecto físico, eran polos opuestos, pues odiaban las cosas bellas y disfrutaban matando y torturando. Alejandra Ramírez y Agustín Celis, en su “Bestiario”, retoman a los orcos de Tolkien y los describen fielmente, tal y como Tolkien los creó. Se los concibe como una raza de seres que carecen de alma por lo que, cuando mueren, sus vidas terminan en ese preciso momento, no alcanzan trascendencia alguna; esto hace que no sientan ningún respeto por la vida y disfruten con la destrucción y el asesinato. El no poseer alma los hace inadaptados para vivir, de tal forma que se limitan a “existir” o a “sobrevivir” en el mundo; por esta razón, no tienen ningún horizonte hacia el cual dirigirse mientras permanecen en la tierra, y necesitan de un amo que les indique uno, esto los hace esclavos perfectos para un amo cruel y tiránico, como lo fue Morgoth en su momento y, posteriormente, Sauron. A pesar de todo, en lo más profundo de su corazón, los orcos odian con fuerza a su amo y “creador” por volverlos lo que son, seres malignos incapaces, incluso, de tolerar la luz del sol, lo odian por no haberles dado una razón para existir en el mundo, ni opciones diferentes al odio y a la maldad en función de las cuales regir su vida.

Según la mitología celta, en la antigüedad, Irlanda estaba habitada por  una raza de guerreros conocidos como los Tuatha de Danaan, los hijos de la diosa madre celta, Dana, quienes expulsaron a los gigantes fomorianos de la isla y vivieron en Irlanda hasta la llegada de los seres humanos. De ellos se decía que poseían virtudes y habilidades superiores a las de los humanos, aunque no tan poderosas y magníficas como las que poseían los dioses, finalmente, con el advenimiento del cristianismo, los Tuatha de Danaan cayeron en el olvido y, al igual que los elfos de Tolkien, abandonaron Irlanda embarcándose a tierras lejanas, más allá del mar. En la mitología nórdica, se habla de dos especies de elfos: los Lios Alfar o elfos de la luz, muy semejantes a los elfos de la Tierra Media, y los Svart Alfar, o elfos de la oscuridad. Algunos emparentan a estos elfos oscuros con los orcos de la obra de Tolkien, aunque muchos historiadores consideran que los Svart Alfar, son más parecidos a los enanos de “El Señor de los Anillos”, por el hecho de que vivían en reinos subterráneos. En la mitología romana, Orco es uno de los nombres con el que designan al dios Plutón, equivalente al dios griego Hades; según los mitos, Plutón no era un dios tiránico y cruel, más bien se trataba de un dios bastante justo, aún así, era temido por los seres humanos debido a que regía el reino de los muertos; el temor que los humanos sentían por la muerte hacía que Plutón se mantuviera solo, pues ni siquiera los demás dioses se acercaban a él, su única compañía era su esposa Perséfone, a quien había tenido que secuestrar.

La dualidad en los elfos se manifiesta, también, en dos aspectos trascendentales en la obra de Tolkien. En primer lugar, se pueden citar las relaciones que los elfos establecían con otro pueblo de la Tierra Media: los enanos. Según el libro, los elfos y los enanos se tienen antipatía y no se agradan entre sí, desconfían unos de otros y prefieren mantenerse apartados. Tolkien explica el origen de esta rivalidad remontándose a los tiempos de la creación narrados en "El Silmarillión". Se dice que, cuando Ilúvatar envió a los Valar a preparar a la tierra para la llegada de los primeros nacidos, es decir, los elfos y los hombres, pero uno de los Valar, Aulë, señor de la artesanía, soñaba con crear un pueblo propio al cual cuidar, proteger y enseñar su arte, así que construyó una especie de bocetos de siete seres tallados en piedra. Ilúvatar al enterarse, se enfureció, así que Aule, para evitar la ira de su padre, decidió destruir sus creaciones; llorando estaba a punto de demolerlos, pero Ilúvatar se compadeció de él, y le permitió terminar sus creaciones, es más, se comprometió a darles vida después del despertar de los elfos, pero le advirtió los problemas futuros diciendo: “surgirán a menudo conflictos entre los tuyos y los míos”. Aún así, en la trama de "El Señor de los Anillos", Legolas, un elfo y Gimli, un enano, forman parte de la Comunidad del Anillo que lucha junto a Aragorn y acompaña a Frodo en su misión; al principio no se tienen confianza, pero al finalizar la historia, ambos se convierten en los mejores amigos y comparten muchas aventuras juntos. Cuándo Legolas abandona la Tierra Media y se dirige a las Tierras Imperecederas donde viven los Valar, decide llevar a Gimli consigo, Gimli se convierte en el primer enano en llegar a las tierras de los grandes señores y, de este modo, termina la enemistad entre ambos pueblos. Se dice que, por el hecho de haber sido tallados de la piedra por Aulë, los enanos eran seres fuertes y resistentes, así como grandes arquitectos y mineros.

El segundo aspecto de gran importancia que relaciona a los elfos con la dualidad, implica la relación que establecen con los seres humanos o, más bien dicho, la relación que Tolkien crea entre la mortalidad y la inmortalidad. Elfos y humanos no podían unirse en matrimonio debido a esta particularidad, pero esto no impide que Aragorn y Arwen se hubiesen casado, tuvieran hijos y gobernaran Gondor como Rey y Reina; como tampoco logró impedir la unión de Beren, un mortal, y Lúthien, una elfa, cuya historia se narra en "El Silmarillion". Los conflictos y dificultades a los que se enfrentan los dos personajes, guardan cierto paralelismo con aquellos que enfrentan Aragorn y Arwen aunque, al mismo tiempo, poseen diferencias significativas. Los dos amantes enfrentan juntos un sinnúmero de enemigos, vampiros, demonios, licántropos e, incluso, otros elfos, ayudados solo por Húan, un perro de mágicos poderes, con el fin de lograr la misión que Thingol, el padre de Lúthien, le impone a Beren para aceptar entregarle la mano de su hija: robar uno de los Silmarils, las joyas mágicas que Morgoth portaba en su corona. Al final, y pese a tenerlo todo en contra, Beren y Lúthien logran superar incluso a la misma muerte, y vivir juntos y en paz hasta el final de sus días. Pocos saben que entre sus descendientes figura el mismo Aragorn, quien asumiría el trono de Gondor en "El Señor de los Anillos". Ambas historias, más que reflejar la profunda brecha que existe entre mortalidad e inmortalidad, nos recuerda que la vida y la muerte, lejos de ser adversarias, son complementarias una de otra, como las dos caras de una misma moneda. Dos facetas únicas y totalmente diferentes; dos aspectos de una marcada dualidad que, sin embargo, pueden llegar a unirse y a coexistir, gracias a una fuerza capaz de abarcarlas a las dos: el amor.

Otro ejemplo diferente de cómo la dualidad se encuentra expresada en la historia, puede encontrarse en el papel que juegan las máquinas y la naturaleza, o más específicamente, unos seres llamados Ents, en la trama de la historia. Se cuenta en “El Silmarillion”, que una de las Valier (Las Reinas de los Valar), conocida como Yavanna, decidió crear unos guardianes cuya tarea fuese proteger los árboles y los bosques; de este modo, creó a los Ents, también llamados “Pastores de Árboles”, unos gigantes con aspecto de árbol que se encargaban de proteger todo lo verde que pudiese encontrarse en el mundo. Durante el desarrollo de la trama de “El Señor de los Anillos”, Saruman, el Istari siervo de Sauron, decide destruir parte del bosque en el que habitaban los Ents, para crear calderas en donde construir las armas y máquinas de guerra de sus ejércitos y donde pudiera engendrar una raza de orcos más fuerte y sanguinaria. La ira de los Ents ante la destrucción de Saruman es enorme, así que destruyen la torre en la que el mago habita, y sepultan para siempre sus calderas.

La naturaleza juega un papel fundamental en la obra de Tolkien, debido a dos cosas en particular. En primer lugar, Tolkien había leído la historia de Macbeth del escritor William Shakespeare, en donde se predice la caída de este rey el día en que un bosque entero se movilizara hasta su palacio y le declarara la guerra. Macbeth no podía creer que un bosque pudiese derrotarlo, así que hizo caso omiso a la advertencia. Una noche, descubren que el castillo se encuentra sitiado por árboles, puesto que un bosque entero parecía haberse revelado contra el monarca; sin embargo, no se trataba de un bosque de verdad, sino de un ejército de soldados ataviados con hojas y ramas para pasar desapercibidos por sus enemigos. En esta batalla, Macbeth es derrotado. A partir de ese instante, Tolkien soñó con ver un bosque de verdad, con árboles reales, marchar hacia la guerra contra un tirano malvado. En segundo lugar, para poder determinar por qué Tolkien enfrenta a la naturaleza contra las máquinas que crea Saruman, debemos remontarnos a la niñez del escritor.

Cuándo era niño, Tolkien vivía en una casita de campo a las afueras de Birmingham, donde pasaba el tiempo paseando por los bosques y jugando en el campo con su hermano. Al morir su madre, fue enviado a vivir a la ciudad con una tía; desde las ventanas de su nueva casa, el pequeño Tolkien no podía contemplar nada más que el humo de las fábricas y la avasallante fuerza de la revolución industrial. En “El Señor de los Anillos”, Barbol, el jefe y decano de los Ents, se refiere a Saruman afirmando que “en su mente solo hay metal y ruedas, y que no le interesan las cosas que crecen a menos que pueda emplearlas para su beneficio”. Humphrey Carpenter, biógrafo de Tolkien, aclara esta circunstancia de la siguiente manera: “el amor a los campos abiertos de su juventud se convertiría en un aspecto esencial de sus textos, y estaba vinculado de modo profundo con el amor por el recuerdo de su madre”. De este modo, la naturaleza y las máquinas se convierten en otras fichas importantes en la batalla que Tolkien crea en su mundo fantástico.

Así como la naturaleza posee su propio papel fundamental en la trama de la historia, los animales juegan un rol decisivo a lo largo de la obra de Tolkien. Anteriormente se mencionó a los Mearas, los caballos inteligentes y veloces que solo cabalgaban los reyes del reino de Rohan y Gandalf, pues ellos también tenían una contrapartida. Así como los humanos y los elfos montaban caballos en las batallas, los orcos de Sauron montaban en una raza de lobos gigantescos llamados Wargos, tan grandes y rápidos como caballos; se decía que, antiguamente, en los tiempos de Morgoth, muchos espíritus atormentados y perversos fueron liberados por el señor oscuro y se encarnaron en los cuerpos de lobos, dotándolos de gran fuerza y poderes más allá de los normales, estos Wargos, a los que Tolkien se refiere en "El Silmarillión" como Licántropos, pasaron a engrosar, en "El Señor de los Anillos", las filas del ejército de Sauron en su intento por conquistar la Tierra Media. Las Águilas, también juegan un papel importante en el desarrollo de la trama de la historia, puesto que se enfrentan a los nueve sirvientes de Sauron, los Nazgûl o espectros del anillo, y a las bestias aladas que montaban; de estas bestias, se dice que fueron creadas como una burla de Morgoth ante las Águilas creadas por Manwë, el Señor de los Valar, durante la primera edad del mundo. En "El Señor de los Anillos", Tolkien describe a las bestias aladas de los Nazgul como “vestigios de mundos extintos”, por lo que nos hace pensar en los dinosaurios voladores como los pterodáctilos que hace millones de años surcaron el cielo.

En Las Mil y Una Noches, específicamente en la historia de Sinbad, el Marino, se menciona a unas aves gigantescas llamadas Rocs, tan grandes que eran capaces de aferrar a un elefante con sus garras para alimentar a sus crías. Algunas tribus indígenas norteamericanas, hablan del Pájaro del Trueno, una enorme águila de centelleantes ojos capaz de provocar tormentas con sus alas. Los Lakotas, lo consideraban una manifestación del ser Supremo y le otorgaban poderes para crear y destruir, se decía que vivía en constante lucha con espíritus malignos; de los enfrentamientos del ave con estos espíritus se producían las catástrofes naturales. Respecto a lo anterior, resulta curioso el hecho de que se hayan descubierto los restos de un ave voladora gigantesca, quizás un ancestro de las águilas modernas, en Argentina, cuyas dimensiones eran enormes, sus alas extendidas medían ocho metros de envergadura y tenía dos metros de alto, se bautizó con el nombre de Argentavis Magnificens, y vivió en tiempos anteriores a la Cordillera de los Andes. Su tamaño no era diferente al de Gwaihir, Señor del Viento, el rey de las águilas de la Tierra Media que luchó en la Batalla de los Cinco Ejércitos de "El Hobbit" y contra las monturas de los Nazgûl en "El Señor de los Anillos"; se describe a Gwaihir como una enorme águila cuyas alas medían seis metros de envergadura que descendía de Thorondor, la primera Águila creada por Manwë cuyas alas tenían una envergadura de treinta brazas, es decir, cerca de cincuenta y cinco metros de largo. Ésta gigantesca águila, similar a muchas otras que pueblan la mitología y la literatura, era tan poderosa, que fue capaz, incluso, de desfigurar con sus garras, el rostro de Morgoth en una batalla. 

Además de la enorme diferencia existente entre estas razas, la dualidad, y con dualidad no me refiero únicamente al bien y al mal, se encuentra inmersa en cada uno de los personajes de la historia aunque en diferentes medidas. Un buen ejemplo de lo anterior son dos de los personajes centrales de la historia. Por un lado, se encuentra Aragorn, de quien ya hemos hablado, y por otro se encuentra el hobbit Frodo, considerado por muchos como el verdadero héroe de la historia...


(Esperen, la próxima semana, la cuarta parte del artículo)

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