El Ruego del Libro
He aquí, niña mía,
que me han hecho tu amigo;
he aquí que cada día
conversarás conmigo.
Pónme una ropa oscura,
la ropa de labor;
trátame con dulzura,
cual si fuera una flor.
No me eches manchas sobre
la nieve del semblante.
No pienses que recobre
su lámina brillante.
Gozarás cuando veas
qué hermoso me conservo.
Sufrirás, si me afeas,
del daño de tu siervo.
Verás cuando oigas locas
historias infantiles,
que charladoras bocas
son mis hojas sutiles.
Mi saber es liviano,
mi saber no es profundo;
niña, me das la mano
y yo te muestro el mundo.
Gabriela Mistral.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario