“Yo pongo a mi vida los colores según mis necesidades, y empleo a veces
mucho negro para comprender mejor a los seres y las cosas. Es en la sombra a
menudo que brilla mejor la verdad.”
“En el Corazón de la América Virgen” – Julio Quiñones.
Han pasado dos meses en que la
frustración y la furia del pueblo colombiano se desbordaron de las manos incapaces del
petimetre presidente; tiempo en el que el cerco en torno a los derechos y
libertades de los ciudadanos, se reduce día tras día; tiempo en el que el país
y el mundo lograron constatar el bloqueo mediático en el que vivimos los
colombianos, y que actúa como una venda sobre los sentidos para mantener la
ignorancia cimentada en la barbarie, el miedo y la ilegalidad. Sesenta días en
que las balas de los agentes estatales se llevaron por delante la vida de
ciudadanos comunes y corrientes, de estudiantes y trabajadores, de artistas y
cantantes. Dos meses en los que el gobierno corrobora su visión depredadora, al
hundir el acuerdo de Escazú, y también su megalomanía al preferir invertir el
tiempo del Senado en divinizar al carriel antioqueño, mientras le niegan a la
juventud la matricula cero.
Dos meses, en los que Colombia
perdió a grandes ciudadanos, como Don Raúl Carvajal, un anciano valiente, capaz
de desenmascarar en las sesiones de la JEP, al general Mario Montoya, quien no
contento con los crímenes que lleva a cuestas, se atreve a deslegitimar a sus
tropas, al afirmar que, cuando llegan a los cuarteles, sus superiores deben
enseñarles a utilizar el baño y a usar los cubiertos a la hora de comer. Así
mismo, Don Raúl Carvajal fue capaz de decirle al ex presidiario Uribe la verdad
en la cara, lanzando sobre su indiferencia y prepotencia toda la furia e
indignación que guardaba en su alma, a raíz del asesinato de su hijo, un
militar valiente que no le vendió el alma al diablo, al negarse a matar
inocentes por una condecoración, razón por la cual, sus propios compañeros
terminaron por asesinarlo.
(https://www.youtube.com/watch?v=J9abpVCWJ5A)
Han pasado sesenta noches en las
que el arte se convirtió en el objetivo de las balas criminales, como fue el
caso de Harold Angulo Vencé, mejor conocido como “Junior Jein, el Señor del Pacífico”, un artista y cantante que
decidió resistir a la barbarie, tal y como muchos artistas tratan de hacer en
medio del caos del desgobierno: a través del sencillo acto de continuar
luchando por sus sueños, sin más armas que su propio talento y con la esperanza
de que sus creaciones logren convertirse en semillas de cambio y conciencia, en
las mentes de quienes las escuchan. El cantante murió en extrañas
circunstancias, una noche, mientras salía de una discoteca donde promocionaba
su trabajo musical. Ésa es la realidad de los artistas que no salen a dar
conciertos “humanitarios” en las fronteras: el tener que entregarse en cuerpo y
alma a la materialización de su sueño, hasta que el sueño viva de ellos, aún si
ellos no pueden vivir del sueño; pues, para ese talento, esa fuerza y esas
ganas de dejar una huella en el mundo, las instituciones no tienen recursos.
Los recursos están destinados a acciones más “concretas, útiles y tangibles”, como lo es pintar de azul los uniformes
verdes cubiertos de sangre…
(https://colombia.as.com/colombia/2021/06/16/tikitakas/1623859322_648224.html)
Sesenta atardeceres en las que la
institucionalidad “respetable” demuestra la debilidad de su proceder, al
permitir, no solo que las fuerzas armadas estatales y para estatales puedan
cooperar y “Convivir” (https://www.youtube.com/watch?v=OweX_aXqFzM);
sino, además, demuestra cómo la única política de su débil proceder, no es otra
distinta a señalar como enemigo a quien no piensa como él, a tildar de vándalo
al que protesta, infiltrando las marchas, para tomar fotos y así identificar a
quienes poder apuntar, impunemente , con las armas del Estado.
(https://www.youtube.com/watch?v=oZdgahUOWiM)
Sesenta días en que los medios de comunicación se han esforzado al máximo por
convencer a la opinión pública de que más vale un vidrio roto, un C.A.I.
quemado o un semáforo desvencijado, que una joven ultrajada, que las cabezas
empacadas en bolsas de basura, que los cuerpos desmembrados encontrados en el
río Cauca y en Mulaló o los muchachos asesinados por las armas del estado.
Supongo que, como el Rey Eduardo I en la película “Corazón Valiente” (1995), los “reyezuelos” colombianos también
piensan que los muertos son gratis, mientras todo lo demás realmente cuesta
dinero.
Tristemente, luego de dos meses,
aquel discurso ha logrado sus frutos, pues el desgaste de la población por la
situación social es tal, que muchos han empezado a rechazar las manifestaciones
por la destrucción de andenes y parques. En la ciudad de Pasto, por ejemplo,
ante el ataque del ESMAD muchos jóvenes optaron por armarse con los adoquines de
las calles pavimentadas hace muy poco tiempo; entre la gente del común, no es
raro escuchar su descontento por estas acciones. Curiosamente, cuando años
atrás el alcalde de turno decidió convertir a Pasto en una copia mal elaborada
de Bogotá, se tomó la decisión de destruir la carrera 27 para abrir vías, con
el pretexto de mejorar la movilidad de la ciudad y, en especial, de la flota de
buses de la que es propietario el alcalde de aquella época. ¿Qué sucedió
entonces? Que muchas casas antiguas fueron destruidas, pero nadie se indignó
por eso. Hoy en día, sobre la mejorada y amplia calle, pueden verse las ruinas
de las viejas casonas y pensiones, en medio de potreros devorados por la mala
hierba.

El término “vandalismo” sólo se
usa cuando los jóvenes levantan adoquines para defenderse de la policía que
arremete contra ellos con una intensidad que, tal vez, ni siquiera las mismas
guerrillas han sentido en carne propia; sin embargo, cuando lo que destruyen
son las casonas antiguas, con maquinaria pesada, para tender asfalto y dejar los
restos de las viviendas a la intemperie, entonces no se utiliza el término:
“vandalismo”, sino el manoseado y mal entendido: “progreso”, ese que nos ha
llevado a tener que pagar una tarifa de transporte público bastante alta, si se
tiene en cuenta el tamaño de la ciudad, las distancias, el tener que caminar
parte del recorrido para alcanzar el transporte público, debido a que la ruta
no pasa por un sector en particular, además del horario de trabajo los buses.
Así, desde varios frentes a la
vez, el temor del gobierno ante el despertar del pueblo, desveló la doble moral
que intenta mantenerse a flote de diversas formas… el día de ayer, en un
programa radial, un ciudadano trataba de justificar la inoperancia de la
policía ante la inseguridad en Pasto, afirmando que, si los uniformados no
combaten a la delincuencia, se debe a que temen arriesgarse a una demanda por
parte de la población civil, ya que en el Paro Nacional, han sido muchas las
demandas que la ciudadanía interpuso en contra de agentes policiales que,
supuestamente, solo realizaban su trabajo. Si en realidad la policía sintiera
temor por las demandas de la población civil, ¿por qué actúan contra los
manifestantes en las protestas de la manera desproporcionada en que lo hacen?
Si de verdad temieran a las consecuencias, refrenarían sus impulsos con los
manifestantes tanto como, de acuerdo con el ciudadano que los defiende, lo hacen
con los delincuentes.
El Paro Nacional permitió que la ciudadanía en general (a
excepción de aquellos que marchan armados y vestidos de blanco) logre comprender
la clara desproporción de argumentos como el anterior, ya que al parecer, más le vale a una
persona en manos de la policía, ser un ladrón, un delincuente o un raponero, que
ser un manifestante, una joven defensora de los derechos humanos, un músico, un
ciudadano del común al que le falte una luz roja en el automóvil o una persona
que, por casualidad, haya olvidado sacar la cédula al salir a la calle; al
parecer, para estos casos, la autoridad sí es capaz de sobreponerse a su temor
de recibir una demanda. Como afirma Carmine Falcone en la serie “Gotham” (2014): “No hay crimen organizado sin fuerzas del orden público.”
(https://fb.watch/6vjUcrXb4u/)
(https://www.youtube.com/watch?v=TDHHaXEcSFg)
El Paro Nacional logró desnudar
la podredumbre de un país que se ufana de autónomo y libre, cuando en realidad
jamás alcanzó su completa independencia, de ahí que todavía continúen grandes
resabios entre amplios sectores de la población, como es el caso de los grupos
y organizaciones de ciudadanos que se ufanan de formar parte de la aristocracia
criolla, educados en las creencias verdaderas, con abolengo y linaje “de bien”,
que ostentan símbolos cruzados para defender la barbarie de la conquista y el
genocidio masificado de los tiempos del Imperio Español; ególatras e idólatras
que se piensan como herederos vivientes de los cruzados tradicionales y que
serían felices instaurando un Eje o Centro Cultural Cruzado, para
mantener el pensamiento de las personas anquilosado en la vieja época de
virreyes y castas sociales, esclavitud y superioridad racial. (https://twitter.com/i/status/1402680089175904260).
El fascismo y el clasismo no se erradicaron, tan solo se “modernizaron” de
acuerdo a la época y a la ocasión.
(https://www.youtube.com/watch?v=9by2ooHGiOk)
Luego de más de sesenta noches de
zozobra y disparos, Duque afirma que instaurará una ley para reprimir la protesta
y condenarla como un acto terrorista sin posibilidad de excarcelación, como solución a la crisis social que vive el país (https://www.asuntoslegales.com.co/actualidad/presidente-ivan-duque-propuso-al-congreso-tramitar-ley-antidisturbios-y-antivandalismo-3194151).
Al parecer, el presidente es incapaz (¡para variar!) de dimensionar las consecuencias que una ley tan absurda como ésta
podrían traer al país; ya que, si en la actualidad la cantidad desbordada de asesinatos (https://twitter.com/i/status/1407105956660584457),
desapariciones, mutilaciones (no solo oculares, cabe resaltar), cuerpos descuartizados, violencia sexual (https://www.colombiainforma.info/policia-del-esmad-violo-a-menor-de-edad-en-medellin/)
entre otros aberrantes excesos cometidos por la fuerza pública, alcanzan
niveles alarmantes en tan solo sesenta días, ¿qué ocurriría si, en lugar de
castigar a los culpables, el pelafustán uribista que gobierna decide premiarlos
al garantizarles más libertad para desatar su furia sobre los manifestantes? Como
afirma el Rey Arturo en “Lancelot. El
Primer Caballero” (1995): “Hay leyes
que esclavizan y también hay leyes que liberan.” Por desgracia, desde que el
ex presidiario Uribe llegó al poder y legó los despojos del país a su títere
incapaz, en Colombia cada día tenemos más leyes que nos esclavizan; esta
absurda iniciativa que Duque planea presentar este 20 de Julio, es prueba de
ello.
https://diariocriterio.com/2021/06/30/paro-nacional-dos-meses-de-violencia-e-incertidumbre/?fbclid=IwAR2Cs86w-i3jcs7dW909MLJAu2j_fJGlnm-Zt2J9swETo_yPDDFnI-CldM0
¿Por qué en lugar de condenar la
protesta con su dichosa ley antivandalismo, a Duque no se le ocurre crear una
ley anticorrupción? ¿Por qué no se le ocurre, mejor, tramitar una ley que
reduzca sustancialmente el salario de congresistas y senadores, así como de
ministros y presidentes? ¿Por qué no piensa, en un “acto de caballerosidad”,
como le dijo Velez a Biden, congelar por decreto la pensión vitalicia de todos
los expresidentes, incluida la que él mismo recibirá, para poder cubrir con
todo ese dinero la matrícula cero que acaban de hundir en el congreso? ¿Cómo es
posible que un supuesto presidente no pueda ver algo tan obvio? ¿Una situación que
cualquier ciudadano del común puede deducir por su cuenta?

En estas ocho semanas Colombia y
el mundo entero, excepto, claro está, los bárbaros y para-gomelos “de bien”,
así como los enceguecidos e iracundos integrantes de esa nefasta secta llamada
“uribismo”, comprendieron que el país necesita, como nunca, un cambio
verdadero, uno profundo y de fondo, uno que requiere que todos los ciudadanos
comprendamos, de una vez y para siempre, que todos somos seres políticos, pues
todos somos ciudadanos y, por el simple hecho de serlo, tenemos la
responsabilidad de velar por el bienestar de nuestra nación a través del voto
responsable y consciente, pues no basta con votar en blanco o con no votar;
tampoco basta con un presidente diferente, si a la larga los congresistas,
senadores, alcaldes, concejales y gobernadores siguen siendo los mismos de
siempre, que durante décadas se han encargado de mantener hundida en la pobreza
y el abandono a la Colombia profunda.
El cambio que Colombia necesita es un
cambio de espíritu y de corazón, de cultura y de educación, de alma y de
conciencia, que abarque todos y cada uno de los rincones de su infraestructura
y sociedad; de tal manera que, cuando se realice una reforma a las fuerzas
armadas, no sea por algo tan banal como un cambio cosmético de color, sino para poder asegurar que sean soldados como el hijo de Don Raúl Carvajal, y no bárbaros como
Zapateiro o Vargas, quienes alcancen el rango de General en las plenarias del
Senado.

Las sombras que nos envuelven
como nación, nos permitieron ver la verdad del país como nunca antes. Ojalá
todo lo que ha tenido lugar en estos dos meses sea suficiente para conmovernos
y motivarnos a tomar nuevas decisiones, que nos permitan ser sujetos políticos
responsables. Ojalá, el nefasto proceder estatal y uribista, que ha
relucido en medio de las sombras con las que tratan de amordazarnos, sean
suficientes para que podamos comprender el poder que tiene el voto ciudadano,
la única herramienta efectiva con la que contamos para transformar a nuestra
nación. Ojalá la zozobra y las tinieblas de estos meses realmente nos hayan
marcado el corazón y el alma para comprender la necesidad de un cambio verdadero . Si las sombras lograron transmutar la indiferencia en conciencia, los
sacrificios de estos meses no habrán sido en vano, ya que, como dijo J. R. R.
Tolkien: “Sobre todas las sombras cabalga
el Sol”.
Juan David Bastidas Pantoja